En una habitación oscura, con pequeños rayos de luz provenientes de un diminuto árbol de navidad que se encontraba casi sin arreglar y su ausencia de regalos, que eran tan comunes en los demás arboles, llenaba el cuarto con un aire de tristeza, con una cerveza en la mano y la mirada perdida en el techo, se encontraba, tan miserable como siempre, diciéndose que estando solo era la mejor forma de vivir, que aislado de todo estaría mejor, tanto para si como para los demás, levantando con esfuerzo su mano derecha para acercarse la lata casi vacía a sus quebradizos labios, y con una amargura que recorría cada centímetro de su cuerpo la cerveza comenzó a bajar por su traquea. Inmóvil en su silla cubierta por una tela gastada, y ahora sin cerveza, su mirada cambio del techo a la puerta, odiando cada persona que pasara por fuera de ésta, recordaba como habían sido sus navidades pasadas, llenas de gritos y peleas, jamás tuvo la oportunidad de ser feliz en noches como aquellas, y ahora, con una mezcla de odio, tristeza y amargura en todo su cuerpo, las lagrimas comenzaron a brotar de sus aguados ojos, recorriendo sus mejillas hasta llegar de lleno a su silla de ruedas.

Pasados unos minutos la puerta emitió el sonido de nudillos gruesos en ésta, nudillos que conocía perfectamente, pero que no se esperaba a estas horas del día y mucho menos en su casa, la puerta sonó nuevamente y despertó de su aturdimiento, abriendo la puerta de par en par, se encontraba su compañera de puesto en la feria, con una sonrisa que alumbraba el cuarto completo, su corpulento cuerpo pasaba casi sin problemas por la puerta, con un delantal que cubría todo su cuerpo, una «Chomba»,como le gustaba decirle a su prenda favorita y unos jeans bastante ajustados, entró a la casa, encendió la luz y con su manga, con un aroma hogareño que atestiguaba su arduo trabajo como madre, padre y trabajadora, limpió cada parte de sus mejillas húmedas, le dio un beso en su frente y sujetando el respaldo de la silla salieron por la puerta,
-No es necesario que te obligues a pasar navidad conmigo, si quieres déjame aquí- dijo con voz aguda y quebradiza, que emitía una obvia mentira, pues era claro que no quería estar en su casa.
-Idiota, nadie me obliga a nada y tu lo sabes, te quiero mucho y eres como mi familia, así que, por supuesto que pasaremos navidad como una.
y así, con lagrimas recorriendo nuevamente sus mejillas, fueron al hogar de su amiga, pero estas lagrimas no eran como las ultimas, éstas eran tibias y dulces, eran de felicidad

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