Era la primera vez que se sentía con vida, sola en un barrio que no era el suyo, respirando su mismo aire, una y otra vez.
Se sentía con vida porque su soledad le repetía para sí que estaba en confianza, que mirase para donde mirase, se vería a ella y sonreíria.
Se miraba sus manos, sus pies, su busto, y parecía estar descifrando un enorme secreto.
Parecía estar conociendo a alguien, y que tenían química.
Puso su canción favorita, “To beef or not to beef”, y se le plantaron lagrimones en el rostro.
El rostro dulce pero marchitado, por los años, por las desgracias…
Ahora amaba la soledad; el miedo eterno, el terror infinito de las almas no tan puras.
Su boca amarga se abrió, para tomar tan solo un poco de aire, la brisa le llevó recuerdos, recuerdos que le golpearon el psique y, por un momento, le hicieron aborrecer la soledad de nuevo.
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