«Recuerdos en la calle 644»

«Recuerdos en la calle 644»

¿Qué desdicha no? Qué tristeza es observar fijamente la calle 644, detrás de mi ventana, sin que nadie se percate de las historias que cada marca, mancha o hasta pisadas, relata. Observo cada día el paso constante e incesante de las personas; perdidas en sus pensamientos, maquinando sobre sus vidas, olvidándose de todo a su alrededor. Y los niños… Qué desorientados se encuentran los niños en la actualidad.

Cuando era pequeña jugar en la calle no tenía comparación. En ella cada objeto, pared, timbre, puerta, tenía y tiene aún un significado. Tal vez sea algo confuso y singular. Pero antes, cuando la tecnología no había invadido por completo mi infancia y la de los demás niños de mi edad, éramos absolutamente felices, no necesitábamos de un aparato electrónico para entretenernos.

Sigo caminando y reflexionando sobre mi añorada calle 644, recordando las caídas empleadas con mis patines; las peleas de agua con mis amigos; contemplando escondites que solamente yo sabía donde se encontraban; riendo sobre cuando tocábamos el timbre a los vecinos y luego salíamos corriendo para tratar de evadirlos; peleas y llantos que perduran en la brisa que acaricia mi rostro cada mañana; cuando subía la escalera hasta mi techo para contemplar el atardecer y también para analizar a cada persona o niño que cruzaba de una vereda hacia la otra; reviviendo los dibujos creados por nuestra imaginación a través de simples tizas de colores; los gritos provenientes de las paredes de otros hogares que penetraban en nuestros diminutos oídos; jugueteos con pelota hasta terminar de romperla por completo.

Aquellos pequeños momentos, recuerdos y sensaciones perduran en el tiempo y en nuestra niñez. En aquel tiempo lo único que nos detenía era la lluvia, aquellos días grises esperábamos con ansias que el sol salga radiante y aclare las tormentas. Pero lamentablemente ahora, el impedimento es demasiado poderoso y fuerte. Pero solamente nos domina si nosotros nos dejamos dominar. Somos demasiado tenaces para vencer cualquier cosa que se nos interponga en nuestro camino.

Si una persona abre los ojos y observa muy profundamente cada detalle de su vida, deja de estar ciego y empieza a disfrutar un poco más día a día. Empieza a vivir como si no hubiera límite, dejando de lado lo que nos detiene y esforzándonos por ganar cada batalla. Viendo cada reto como una posibilidad y no como algo imposible. Cuando cambiemos nuestros pensamientos, todo nuestro alrededor cambiará. Nada está perdido, si nos damos cuenta tempranamente, pero recordemos que hay más tiempo que vida. Y la vida es una sola, y ¿Qué sentido tiene vivirla sin aprovechar cada hora, cada minuto, cada segundo y cada milésima de segundo?

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