Al otro lado de la calle unos ojos te observan y se preguntan: ¿Por qué te han abandonado?
Unas flores que no marchitan nunca, parecen sonreír a dos metros del andén que das sombra.
Una pelota rota delante de un niño que se sienta sin temor a que le caiga una de tus ventanas encima, es feliz sabiendo que se siente libre en las calles.
Mi mente vuela hacia tu interior para descubrir que en tus espacios vivieron seres que amaron y también lloraron, que huyeron de una tormenta y que el tiempo fue devorando para quedarte sola, al amparo de los rayos.
Todos los caminantes pasan cerca de tus aleros pero nadie se preocupa por intentar reconstruirte, porque ya no tienes dueños.
¡Yo te observo, yo te observo y quiero salvarte!
El niño sigue jugando con su pelota rota, tú en el silencio que devora, tan quieta, tan quieta, yo suspiro en una gota.
¡No te mueras casita rota!
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