El puente de la muerte

El reloj marcaba la una de la madrugada, afuera, una noche muy obscura, los habitantes del barrio 8 de diciembre dormían profundamente. El día siguiente era martes ¡había que laborar¡. De pronto algo quebrantó el silencio provocando el ladrido de los perros.

Antonio y su esposa María se despertaron sobresaltados con un violento golpe en el techo de su rancho, luego un segundo ruido al rodar y caer al pavimento; y más terrorífico aún, un tercer golpe al estrellarse otro pequeño cuerpo directamente sobre la calzada.

– ¡no puede ser¡…¡esta vez parece que son dos¡. – exclamaron al mirar por la ventana hacia la calle…vieron los dos cuerpos sin vida. -¡si, son dos¡ las almas que acaban de dejar este mundo terrenal.

Desde el año 1960, año en que se inaugurado el Puente viaducto, los vecinos de la populosa barriada se negaban acostumbrarse a tan macabra situación.

– ¡Ya van más de treinta¡, ¡Si los desdichados¡ -entre ellos comentaban.

Pero hoy; – Quien sabe cuál será su historia del ¿porqué?… ¡estas dos muertes¡.

– ¡este si es un problema de difícil solución¡ -comenta Antonio- ¿ Cuándo será que deja de caer cadáveres sobre nuestras cabezas? ¡Qué desgracia¡.

Vaya usted a saber… -murmuró María- Con tanta depresión, locuras, crisis económicas, embarazos no deseados, diferentes problemas familiares.

– Un abanico de motivos por los cuales tantos miserables escogen este lugar para ¡arrojarse al vacío y terminar con sus tragedias¡.

Entre tantos que habían decidido terminar con sus vidas en este puente, uno de ellos tuvo la dicha -o la desdicha- de caer sobre un cerdo que dormía en un corral.el animal amortiguo su caída impidiendo que muriera… el hombre sobrevivió, la caída de más de 40 metros.

Las opiniones chismes y comentarios, iban y venían, a lo largo de la calle 3 debajo del puente, y de toda la comunidad.

Este suceso era inédito, ¡que cayeran niños¡ ¡y de paso dos¡, una niña de seis años y un niño de cinco, estaban vestidos con pijama y medias, no tenían zapatos. A simple vista llamó la atención que los niños eran de buena cuna, pues tenían rasgos finos y ropa de calidad.

Las historias se entretejían por las calles, pasaron unos tres días y nadie aparecía a reclamar los cadáveres de los infortunados, la prensa publicó características de los niños y de su vestimenta, con la esperanza que alguien los reconociera.

Al tercer día de ocurrido el siniestro, se presentó ante las autoridades, el gerente de un reconocido hotel, declararando que los conocía, los niños se habían hospedado junto con sus padres en varias ocasiones en el hotel.

-¿Entonces, en donde estaban sus padres?… ¿quién los había lanzado por el puente?…¿ Por cual motivo?… eran muchas las interrogantes que se hacían en la ciudad.

Los datos dados por el Gerente del hotel, llevaron a una intrincada investigación policial, que traspasaba las fronteras del país. Se necesitó ayuda policial hasta de México y Colombia.

Las pesquisas arrojaron que la madre de estos niños era extranjera, y el padre era traficante de un reconocido cartel de México. La pareja se había separado y ahora ellos convivían con otro hombre de apellido Flores. Este era hijo de padres adinerados, quienes, lo habían mandado a estudiar a ese país, y él se ligó con personajes de los bajos fondos, y fue donde conoció a Verónica y a sus niños. Todos juntos Viajaban con frecuencia por varios países de la región, probablemente para efectuar negociaciones relacionadas con el delito.

Aunque la pareja venia presentando conflictos en su relación, en esta ocasión, al volver a Sinaloa se agudizaron los problemas entre ellos. Fue en una de estas acaloradas discusiones en que Flores, asesinó a la mujer… sin decirle nada a los niños, se los llevó del lugar dejando el cuerpo de Verónica, en una casa abandonada, en esa población Mexicana.

Viajo con ellos hasta llegar a la ciudad de San Cristóbal, Venezuela. Donde, en varias ocasiones, habían estado todos en familia. Se sospecha que el homicida ya traía el plan fraguado en su cabeza, sabía de la existencia del fatídico puente, donde se lanzaban los que ya no querían seguir viviendo, y lo vio como el lugar perfecto para desacerse de los incómodos acompañantes.

Flores se hospedó con los pequeños en el mismo hotel donde habían estado antes, se presume que el hombre les inyectó alguna sustancia a los niños, para que no se despertaran, los sacó de sus camas al filo de la media noche y los trasladó al puente donde tendría lugar el fatídico suceso.

La investigación policial llevó a la captura del homicida, con la ayuda de las autoridades colombianas. Había cruzado la frontera hacia el vecino país huyendo de los hechos. Sin embargo fue capturado y devuelto a la ciudad de San Cristóbal, donde efectuó los crímenes.

Flores fue sentenciado a prisión, pero a los pocos años, el hombre intento una fuga, tipo película, disfrazándose y saliendo en un camión que llevaba provisiones hasta la cárcel, pero fue descubierto a tiempo, y murió en un enfrentamiento durante su escape. Este fue el fin del » monstruo del viaducto» como lo apodaron los pobladores de la ciudad.