Desde hace muchos años recorro el camino rural de tierra, se de cada curva, de cada zanjón. Me lleva a mi casa, al calor familiar, con afectos entrelazados con sueños, que viajan en memorias milenarias.

Al recorrerlo mi imaginación vuela con el andar de mis mayores y me permite entender las razones del amor por esta tierra.

Que soportan el viento de octubre, los calores del verano, las heladas del invierno; donde las cuatro estaciones pintan con una paleta imaginaria con colores el final de cada curva.

Su distancia está acompañada por hilos de alambres, que dan el límite de los campo.

Yo siempre los ignoro, no me gustan los alambrados. Siempre los traspase como si no existieran.

Al costado del camino está la tapera de mi niñez. Ranchito de barro que cobijo mis juegos de niña. Las lluvias, el viento y la dejadez realizaron su trabajo para que ya no esté.

Cruzando el camino está la casa de mis abuelos. Lo recorro con ansías permitiendo que mi corazón deje escapar latidos de vida simple y acompasada. El pasado se enfrenta con el presente, mostrando fotos imaginarias del tiempo transcurrido. Los recuerdos son tan reales: olor a cocina con ollas activas. Los dormitorios huelen a creolina y naftalina mezclados con fragancias de flores de los jardines y la huerta.

Vacaciones con los primos, recorriendo el camino en bicicleta hasta que nos cansábamos y volvíamos renegando de lo lejos que nos habíamos ido, envueltos en una nube de tierras. Llegando deseosos de una buena merienda.

Tantos recuerdos…

Seres que amé me reciben mostrándose en cada flor, en cada árbol… Sé que están ahí…que dejaron sus pasos marcados en el suelo arenoso.

Siempre es bueno volver, me gusta…me hace felíz.

Muchas veces me he preguntado:

—¿Cuál es la razón que me impulsa al regresar por el camino?

Tal vez, para reencontrar a la niña con esta mujer que soy.

Para que la felicidad se amigue con la tristeza, porque son parte de la vida.

Para que los recuerdos, sean eso solamente, sin dolor ni rencores, donde los reproches se calcinen al sol del verano, por no tener un lugar donde alojarse.

Ese es el camino de toda mi vida.

Marcela Coñequir

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