Eran las 14,30 de un día de febrero del año 1954, estábamos en la cocina de casa para comer, mi madre, mis dos hermanas y yo, cuando llegó mi padre y portaba malas noticias; había aparecido muerto un conocido nuestro, el señor Pedro .
El señor Pedro, conocido por el sobrenombre de Pedropuck, era entre un vagabundo, un solitario, un indigente, o algo parecido entre estas designaciones, apareció por el pueblo, mal vestido y pidiendo comida y ayuda. Mi abuelo fue el primero en ayudarlo, le dio algo de comer y le ofreció algo que hacer y ganarse algunas pesetillas.
El solía ir por el campo pidiendo comida, que era donde mas fácilmente podía conseguirla y se ofrecía a hacer cualquier cosa, como recados y ayudas en las labores, mas bien caseras.
A casa de mi abuelo iba casi dos o tres veces a la semana, pues mi abuelo de daba Lotería Nacional para que la vendiera en el campo y el se sacaba unas pesetillas, al mismo tiempo que le servía para introducirse como vendedor mas que como pordiosero.
Nadie conocía su historia, ni su procedencia, apareció un buen día y no se porque se introdujo en nuestras vidas.
Era afable y bastante educado, le gustaba jugar con los niños y siempre estaba dispuesto para hacer cualquier recado, debía de tener sobre unos 50 años, pero estaba bastante deteriorado, mal vestido y mal aseado, que sería difícil determinar su edad.
Dormía en la calle, aunque había encontrado un hueco en la estación del ferrocarril que estaba subterráneo y techado y que prácticamente no lo usaban, allí monto su dormitorio, ya que el ajuar lo llevaba siempre encima; y allí fue donde lo encontraron muerto varios días después del fallecimiento.
En mi casa había contado en una ocasión algo de su familia y procedencia, aunque no le hicieron mucho caso; conmigo que jugaba bastante y trataba de enseñarme juegos y refranes, me contaba historietas y alguna vez me decía que la que me acababa de contar era la suya propia, yo con mis diez u once años me lo pasaba bien, pero no me lo creía.
Al enterarme de su muerte hice algunas indagaciones entre indigentes que habían tenido tratos con él y la información que saque fue complementaria con la que yo tenía del propio personaje a modo de historias.
Era de Alcobendas, un pueblo cercano a Madrid, su familia se trasladó a la Capital buscando trabajo, Él parece que fue un buen estudiante, pues se le notaba que tenía conocimientos de varias materias, que en aquellos tiempos no ostentaban obreros ni personas corrientes. Fue enterrado por el Ayuntamiento, puesto que no se conocían familiares, ni identidad demostrada.
Casi un año después llegó a mi casa un señor de unos sesenta años, bien vestido y de buenos modales, rebuscando información sobre Pedro, pues le habían dicho que nosotros lo conocíamos mejor que cualquier otros.
Este señor resultó ser hermano de Pedro y aquí empezamos a conocer la verdadera historia de este personaje, que se parecía bastante a las que él me contaba, pero en esta ocasión corroborada por su familiar.
Se llamaba Pedro Fernández Conde, había residido en Madrid, fue muy buen estudiante y llegó a hacer Bachiller elemental, al no poder seguir estudiando se colocó trabajado en la construcción y en los últimos años en la Capital, fue encargado de obra de una gran empresa, buena persona, muy familiar y generoso, le gustaba practicar el fútbol y según su hermano, no era nada malo, se lo rifaban varios equipos de barrios para jugar los domingos; también le gustaba mucho el teatro y lo practicaba con un grupo de amigos actores aficionados, que llegaron a hacer varias representaciones en teatros del Barrio donde vivían.
Tuvo una novia, Esperanza de ventipicos años, una morena muy guapa y bastante alegre; según nos cuenta su hermano, la desgracia para Pedro fue conocer a esta mujer, pues se enamoro ardientemente de ella.
Esperanza vivía en el barrio de Tetuán y trabajaba en una sastrería de ayudante, el la recogía por las tardes y daban paseos, iban al cine, y tomaban alguna cervecita o café, al final de la tarde la quería acompañar a su casa, aunque a ella no le gustaba mucho, casi siempre se despedían en la parada del autobús y no tenía contacto con la familia, pues aunque Pedro quería hablar con los padres, ella siempre busca alguna excusa para evitarlo.
Llegó el día de su perdición, su noviazgo duro casi diez meses y él sospechaba que algo no funcionaba como era debido, quería formalizar su relación, conocer a su familia, casarse y ella siempre lo dilataba con excusas y pretextos.
Una tarde que no tuvo que trabajar se marchó al barrio de Tetuán y averiguó lo que tanto anhelaba, pero que desencadenó el fin de su existencia; Esperanza se llamaba Luisa y era una mujer casada con dos hijos, ahora entendía el pobre, el póquer de las trabas que ella ponía a que entraran en el barrio cogidos del brazo. Fue a recogerla a la sastrería como cualquier otro día, sin decirle nada, y ella parecía mas radiante que ningún otro, cuando la invito a sentarse en un banco de la plaza, la llamo por Luisa y le contó todo lo que había averiguado sobre ella, su reacción fue tremenda, lo insultó e incluso lo abofeteo, y salió huyendo como si algún fantasma la persiguiera, Pedro no consiguió nunca una explicación de ella, ni siquiera volvió a dirigirle la palabra, a partir de ahí la vida de Pedro cambió totalmente, dejó el trabajo, se abandono completamente hasta que un día desapareció.
Su hermano nos contaba que fueron indagando por los indigentes de Madrid hasta que dieron con uno de ellos, que al parecer lo había conocido y que Pedro le había contado su deseo de marchas a las costas malagueñas, por fin se le pudo poner nombre en la sepultura, su verdadero nombre PEDRO FERNÁNDEZ CONDE.
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