Vivir entre Volcanes y Rascacielos. Av Santa Fe Ciudad de México

Vivir entre Volcanes y Rascacielos. Av Santa Fe Ciudad de México

Fran Vélez

11/03/2018

Me enamoré de mi calle justo en el mismo instante en que nos mudamos a esta parte de la ciudad. De eso hace13 años, se podría decir que en este año alcanza la tan controvertida adolescencia.

Junto con nosotros se mudaron un montón de nuevos integrantes del que sería llamado el sector financiero o de los corporativos. Se diseñó como un atractivo y moderno barrio en el que convivirían altos directivos, estudiantes y demás personas provenientes no solo de cualquier parte de la ciudad o del país, también fue (y sigue siendo) el centro de primer ingreso de muchos expatriados que hacen de esta parte de la ciudad el nuevo babel.

A sus inicios, todo estaba en obras por lo que salir de paseo consistía en todo un curso de formación sobre “piropos de pésimo gusto” proferidos mayormente por trabajadores de la construcción que hacían gala de una imaginación y lenguaje florido, merecedores lo mínimo, de una sanción administrativa.

Sólo se veían tres o cuatro edificios terminados, todos con algún nombre que los personalizaría más allá del numero de la calle, tenemos el condominio H2O, también está El Grand, Hyde Park, etc etc.

El nuestro, se diseñó como un conjunto de dos torres; se le designó el original nombre de “Las Torres Gemelas” , sin embargo, al ocurrir los trágicos acontecimientos del 2001 decidieron rebautizar el proyecto como el 455 y al gemelo 459. La falta de originalidad se cubrió con un logotipo muy bonito

Fuimos de los primeros en estrenar el edificio, una torre de 34 pisos, que remata con un gimnasio desde el que se puede ver gran parte de la ciudad, eso siempre y cuando no estemos inmersos en una nube de contaminación que nos impide la vista más allá de unos metros. Tan lo estrenamos que los ascensores todavía no estaban en completo funcionamiento, teníamos que pedir a vigilancia que nos lo mandaran. Alcanzar la planta baja era todo un trámite. Eso si, al abrirse la puerta aparecía la sonriente cara del policía deseando los buenos días, tardes o noches según correspondiera.

La incomodidades iniciales sirvieron para que los vecinos empezásemos a formar comunidad, nos conocimos y relacionamos. La mayoría de ellos eran parejas jóvenes iniciando la vida en común. Nos ha tocado ver desde nacimientos, cumpleaños, festejos de escuela y hasta la segunda generación paseando el cochecito del bebé. También hemos sido testigos de“cambios de estado” como se diría en las redes sociales; divorcios, separaciones, y como si de un partido de futbol se tratara, la salida de un jugador y la entrada de otro en las parejas… situaciones, muchas de ellas que podrían servir de inspiración a alguna novela .

Poco a poco, la calle se lleno de vecinos paseando a las mascotas, en algunos casos se podría decir que las mascotas paseaban a los dueños; perros de todas las razas, colores y tamaños tomaron control del paisaje y de las familias que los acogieron.

Observando la dinámica de dueños y “perrhijos” me acordé de la época en que mis hijos iban a la escuela y los padres nos reuníamos para verlos jugar. Aquí en la rotonda ocurría lo mismo, gente joven compartiendo las preocupaciones, que si “Benito” había estado enfermo del estómago por comer los caracoles que salieron en el jardín; la dueña de “Toby” le daba los expertos consejos de quien ya había pasado por ese dolor. Y se recomendaban al mejor entrenador de perros. -Llama a Sebastián que les tiene mucha paciencia y los cuida muy bien, yo lo dejo con él cuando salgo de viaje…

Durante la época de los Mundiales de Fútbol era todo un espectáculo ver a los perros ataviados con las camisetas correspondientes a los países de los dueños. Jabugo, portaba orgulloso la de Argentina.

Desde la ventana de mi piso seguimos paso a paso la construcción de un edificio enorme que nos taparía la vista a los volcanes, perdimos al Iztaccíhuatl para solo dejarnos el Popocatepetl, que en ocasiones y sobre todo al amanecer, nos regala la imagen de las fumarolas; evidencia de la actividad del famoso “Don Goyo”, así conocido por los capitalinos.

El edificio, sede de una empresa de telecomunicaciones china, se inauguró y al momento empezaron a aparecer los nuevos habitantes de esta zona de la ciudad. La empresa trajo a una gran cantidad de trabajadores chinos que se adaptaron rápidamente al entorno. O el entorno se adaptó a ellos, ahora en los restaurantes cercanos y tiendas de alimentación se pueden encontrar una gran variedad de productos asiáticos de primer nivel. Los jueves aparca en la esquina un camión con vegetales orientales. A todo se acostumbra uno, lo complicado es dejar de extrañar el guiso que hemos disfrutado desde niños. El sabor a la patria más que causar nostalgia es motivo de alegría.

Primero llegaron los trabajadores, los veíamos ir y venir todos los días con bolsas del supermercado; al poco tiempo aparecieron las parejas, meses más tarde, la avenida se llenó de cochecitos de bebé y junto con ellos, las visitas de los abuelos. Ahora vamos por la tercera ronda de niños. La calle se enriquece con los diferentes idiomas y acentos; la convivencia, cuando hay respeto, es sencilla.

Un evento de gran relevancia fue la inauguración del parque “La Mexicana”, por fin un área verde donde caminar, hacer ejercicio, juegos infantiles, fuentes preciosas y algo muy importante: dos espacios para mascotas, uno para razas pequeñas y otro para las grandes; dos jaulas enormes con juegos y bebederos para que los consentidos de muchas familias socialicen con otros de su especie

El paisaje urbano ha cambiado mucho en estos años; la calle desangelada y llena de polvo se ha convertido en una hermosa avenida donde es posible aprender de las diferentes culturas, es un espacio donde nos acercamos y formamos familias distintas a las que la sangre nos dicta. Esta nueva comunidad se convierte no solo en parte de la evolución de la ciudad sino se arraiga en nuestra propia historia.

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