LIENZO DE DIOS TUFO DEL DIABLO

LIENZO DE DIOS TUFO DEL DIABLO

Sólo Dios pudo pintar un lienzo con tanto arte y amor.

Las calles empedradas, empinadas. Las casas con hermosos balcones tallados en madera, circundan la plaza en cuatro esquinas, similar a los toboganes que termina en un punto.

El día repunta en el horizonte. Tímidamente el sol se asoma. Sus rayos coronan los cerros cubiertos de nieve perpetua. Compiten en brillo como dos estrellas fulgurantes las nieves y el sol. Empañando la vista con su hermoso resplandor. Alegres trinos cantos y algarabía por doquier, el canto de los gallos y el cacareo de la gallina despiertan el barrio con sonidos diversos.

Los campos retazos de tela entrecruzadas de color, aroma y armonía. Quebradas, valles y barrancos, eucaliptos y retamas altivos extienden sus ramas al firmamento. El rio discurre cantando una vieja y eterna melodía.

La ciudad se despereza. Los cerros que circundan son centinelas, gigantes protectores.

Las pastoras con sus chivos, ovejas y burros pasan presurosas a la puna donde pastaran todo el día con el rico ichu. Su indumentaria colorida, sombrero adornado con flores silvestres frescas y pintorescas, pies descalzos, rostro tostado por el gélido climay un perro pastor que ayuda al orden y dirección del ganado. Hacen del paisaje mañanero una hermosa forma de empezar el día. Un espectáculo grabado por siglos, tan bello como ancestral.

Los hombres con poncho marrón, sombrero y un cigarrillo para aplacar el frio que cala hasta los huesos, apostados en las esquinas.

A lo lejos un campesino labrando la tierra con dos yuntas, que hunde sus dientes haciendo zanjas y surcos. Tornasolados campos pintados y adornados de oro y plata.

Un muchacho arreando burros cargados de alfalfa. Una cholita con grandes canastas de pan fresco. Las mujeres con su crío camino a la escuela fiscal. Ubicada en la plaza de armas.

Cerca al medio día, en la plaza mayor, los ancianos gozan de un sol sofocante, ellos buscan el calor para aplacar la humedad de sus huesos entumecidos. Aletargados, somnolientos al recuerdo de épocas remotas que juegan con su mente. Sentados en las bancas, unos mirando el vacío cual almas que esperan la muerte. Otros entre su poncho esconden sus huesos ya deformes y débiles. Todos recordando los campos noctámbulos con sembríos silenciosos.

Las ancianas con negros pañolones con flequillos,ocultas entre sus sombreros, tapando los surcos o pliegues de sus rostros, marcados por los años. Ellas añoran los álamos encorvados saludando al rio donde un día lavaban la ropa. Recordando los eucaliptos altivos agrupados en olorosos bosques, o las amarillas retamas en los largos senderos ya recorridos.

Un joven minúsculo con poncho raído, sombrero de paja deteriorado, descalzo, va llevando leña recién cortadasobre el lomo de sus burros, que van despacio como cansados guerreros.

Los niños corretean en círculo, cual pájaros, alrededor de un bicentenario eucalipto, que se eleva como testigo de infinidad de secretos que no quiere contar.

Pasado el mediodía, los niños regresan a sus hogares caminan en la sombra cuya temperatura es opuesta al recalcinante sol. Los niños y jóvenes van presurosos a consumir caldo caliente, cancha, mote, charqui y demás alimentos del lugar. Producto de la cosechas de los trabajadores del campo.

El rugir del río al final del valle, espigas de trigales que danzan al compás del viento y las hojas secas con chasquido al movimiento del aire y las pisadas de algún peregrino que cruza el camino.

A media tarde un delicioso aroma de pan horneado en horno de barro artesanal, alimentado con la leña crepitando como pequeños cohetecillos, a un lado apilado en orden, la leña espera para ser usada oportunamente. El olor a leña, pan y café hace de la media tarde, alegre y dispuesta a una merienda festiva. El humo sale de las casas sigue la calle y llega a la plaza invitando con el olor un festín al paladar.

El manto negro del anochecer cubre parte del cielo, presagiando lluvia o tormenta nocturna.

Las mujeres niños y ancianos apostados en las aceras de la calle, unos para cultivar el chisme su habilidad cotidiana. Otros, para recrearse con el juego y travesura de los niños.

La mayoría de mujeres con su tejido con palillos que se besan al rosarse, la lana se desliza al compás de las manos laboriosas, tejidos en cada puntada sus colores y sueños. La tarde pintada de naranja invita a todos al descanso. Mientras la noche va cubriendo lentamente con su manto negro y siniestro. El cielo preñado de tormentas y aguacero creando un espectro fantasmal.

Algunas noche iluminadas con pequeñas e infinidad de estrellas, cual diamantes minúsculos bordados sobre un manto de raso negro, espectáculo astral de poetas y artistas.

En las noches oscuras y cerradas, cien ojos arden, seasoman por los resquicios de las ventanas puertas o balcones.

Las campanas llaman a misa. Tres campanadas Padre, hijo y espíritu santo. Un repique de campanas en caso de bautizo y boda. Un tañer lento y pausado para anunciar la muerte de algún poblador.

Las lenguas viperinas van a misa no por devoción sino por enterarse la vida y milagros de los demás. Chismorreo siempre para hundir, difamas y embarrar la vida de alguna persona.

El demonio tiene el domino en las oscuras intenciones de estas personas. Un pueblo en la que todo se sabe y en las noches se urden los peores crímenes. “Pueblo chico infierno grande”. Noches relucientes de secretos que son como ecos que resuenan. Las sombras se agitan y los niños con los cuentos contados en noches oscuras o estrelladas, relatos de fantasma, diablos y apariciones… tienen miedo de salir. El movimiento de los árboles que parecen almas, que se mueven y transforman en monstruos que espantan.

Un pueblo con su rutina detenida en el tiempo, sus barrios recogiendo las cenizas de sus antepasados.

Sus cuatro calles donde el lienzo de Dios pinto con colores brillantes durante el día… pero en la oscuridad de la noche los demonios hacen de las suyas…

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