Son las 12:00 del mediodía. Un alto en el camino me hace comprender realmente dónde estoy. Estas palabras no son más que la luz que alumbra la distancia que me separa de ti, querido abuelo.

Separo la mirada del papel y me adentro de nuevo en la fantasía y la irrealidad que el camino me proporciona, sabiendo que pronto llegaré al final de esta dura etapa. Vuelvo a mirar el papel y te pienso, y la ausencia de tu voz se me hace más dura que el más infinito de los caminos. Los días aquí son un cúmulo de vivencias que se van multiplicando. La gente me ayuda mucho.

Las heridas en los pies me dificultan la respiración. Pero tranquilo, pronto volveré. Pronto volveremos a visitar juntos a mamá, y a llevarle las flores que tanto le gustan. La pienso muchísimo. Estos montes traen consigo millones de reflexiones y recuerdos. Tengo mucho tiempo para pensar, para llorar…

El camino me proporciona mucha soledad, la soledad que necesitaba. Ella me lleva siempre a recordar los momentos bonitos, a revivir como era mi vida antes de que todo cambiara. La gente pasa delante de mí. Me miran extrañados. Las lágrimas sobre el papel hacen que el cansancio acumulado en sus pies les parezca poco. Mis paradas son para recordarte, abuelo. Te pido que me des fuerza, la necesito.

Hoy llego hasta O Cebreiro. Después de varias semanas de camino, solo queda la recta final. A cientos de kilómetros de ti, solo espero que estés bien. Y no te preocupes por mamá, estoy seguro de que Santiago la estará protegiendo. Sin más querido abuelo, continuo con mi camino, ese camino que nos separó un día y que pronto volverá a unirnos de nuevo. Ya queda menos para volver a abrazarte.

Te quiere,

Tu peregrino

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