Se encuentra difícil saber por donde comenzar cuando tienes mucho que contar.

Todo comienza por un nombre. Una mujer que dio a luz una hermosa niña nombrada Sahory Allen, nacida en San Pedro Sula, Honduras.

A medida que los años pasan, esa niña opta una estatura chaparra, piel blanca, ojos café oscuro, cabello medio corto y liso color café, y una pasión por la literatura. Y esa niña soy yo.

Comienzo una aventura, en donde la vida te da aprendizaje, experiencias, lecciones y reflexiones, pero mencionan que si te caes tienes la fuerza suficiente para volver de pie.

A medida que he ido avanzando en esta espectacular vida he escuchado miles de frases de forma en que las personas se sientan bien, logren captar que están siendo comprendidas y a la misma vez escuchadas y sobre todo que no se encuentran solas.

Muchas de esas frases las decimos intencionalmente solamente para ver sonreír a una persona querida o que es extraña a la vista de nosotros, y queremos alegrarle el día.

Por desgracia llegamos a un punto en donde el dolor se vuelve más fuerte y las caídas frecuentes; donde esas frases positivas te rodeaban al principio y sentías el apoyo, ahora se puede llegar a no querer escucharlas por un cierto tiempo y simplemente recibir un abrazo cálido y sincero junto con un silencio que cuenta por mil palabras.

Toda vida lleva altas y bajas, risas y lágrimas, pero de alguna forma, en alguna parte del mundo una persona en realidad puede entender claramente todo lo que callas, lo que soportas, lo que luchas, aunque pienses que es difícil de comprender y explicar.

Esta es mi historia, lo que hace ser quien soy. Permíteme compartirla de forma en que cada lector se sienta identificado, y que al final del libro se sienta con ansias de salir adelante, gritar y demostrarle al mundo que si puedes ser feliz, nadie tiene derecho a quitarte esa hermosa sonrisa que posees.

Mi niñez fue de la más divertida; me encantaba jugar como todo niño. Pasar tiempo con mi familia, pero sobre todo con mi hermana, Elizabeth Allen.

Estatura chaparra, piel blanca, ojos café oscuro, cabello largo y liso color café claro, cuerpo delgado, sus conjuntos favoritos eran faldas y short jeans los cuales modelaba en excelente forma.

La mayoría de las veces Elizabeth se mantenía “ocupada”, encerrada en su habitación, viendo televisión, escuchando música, en llamada con sus amigas, entre otras cosas. Prácticamente en su mundo, pero siempre tenia su debido tiempo para ayudarme con tareas, estudios, manualidades, lo típico en una escuela.

A medida que me iba desarrollando miraba a mi hermana como mi mayor ejemplo a seguir.

–Cuando sea grande quiero ser como ella, decía. Como todo hermano (a) menor.

Pasaban los años podía notar que Elizabeth no se encontraba estable en amor y salud.

Me acercaba con silencio hacia la puerta de la habitación de ella, colocaba mi oído con delicadeza de forma en que no supiera que me encontraba del otro lado. Podía escuchar como su llanto invadía cada parte del dormitorio y sobre todo me dolía por dentro saber que ella no se encontraba bien. Deseaba en esos precisos momentos que su dolor fuera mi dolor.

Sabia que si tocaba la puerta lo mas probable me diría que esta ocupada o no respondería y mucho menos me iba a comentar lo que le sucedía debido a mi corta edad; para los ojos de ella era alguien que no podía comprender, y no me iba a dar el temor de enamorarme de alguien por el hecho que podía sufrir o sucederme lo mismo que a ella en algún momento de mi vida.

Mi madre, Marina Allen. Era la que pasaba horas en la habitación de Elizabeth, mientras yo me mantenía entretenida en la sala, dando vueltas por la casa o simplemente en la habitación de mis padres hipnotizada por el televisor.

Nuestra madre era de apoyo. Siempre nos decía esas frases bonitas, positivas y amorosas que toda madre da hacia sus hijos, acompañado de un abrazo con el amor mas sincero que puedas sentir. Toda madre quiere lo mejor para sus hijos.

Con el tiempo vi a mi hermana mejor, con una sonrisa invadiendo su rostro y eso me tranquilizaba. Me alegraba el hecho que podía verla con la cabeza en alto y aunque no supe detalladamente lo sucedido me daba en parte igual, solamente quería verla feliz y demostrado a las personas que absolutamente nadie puede quitarle la felicidad. Frases de madres.

Llegue a cumplir 12 años y la economía no estaba para nada bien por parte de mi padre, Max Allen.

Luego de la graduación de sexto grado me dijo que no iba poder cubrir los gatos de mi colegiatura.

Me encontraba en una escuela bilingüe llamada Belén Bilingual.

No me sentía para nada bien con la noticia. No podía hacer nada al respecto y sabía que no iba a terminar mis estudios.

Desde ese momento sentí la salvación por Elizabeth. Se comprometió a pagar toda mi colegiatura y lo que necesitaba, ella me lo daba sin ninguna queja. –Agradecida por el apoyo.

Con el tiempo no solo la miraba como mi hermana, si no como mi segunda madre. Me aconseja, me da amor y cuidado. Sin ella no se que abría sido de mi.

La mayoría de los hermanos(as) no se llevan entre si. Algunos solo se molestan y es divertido porque tienen su forma de ser entre ellos, pero otros solo conversan para reprochar, para discutir; pero con el tiempo se dan cuenta que todas esas discusiones fueron en vano, cuando podían simplemente darse cariño, apoyo, y si alguno de ellos cometió un error disculparse; no tomar la decisión de no hablarse o fingir que el otro no existe. Pero son confrontaciones de hermanos, al final y al cabo tu sabes cuanto vale y amas a ese hermano (a).

En el ambiente del colegio era la niña tímida, sin saber que depararía de mí…

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