Siempre soy ignorado, todos saben que allí estoy pero me tratan como si no existiera. Solo soy un pedazo de tierra al cual esperan no volver ya sea por vergüenza u orgullo. No tengo voz ni voto y aun asi soy quien los acoge a todos sin distinción de genero, raza o alguna otra diferencia que ustedes se puedan encontrar; porque a diferencia suya yo no puedo discriminar, ni siquiera entiendo el significado de esa malévola palabra. Para mi todos son iguales, todos ustedes nacen, viven y mueren; algunos pueden hacerlo antes que otros pero aun así siguen siendo parte de ese ciclo en el cual se encuentran enjaulados. Mientras que yo no podré irme nunca de acá, porque soy el «acá» vuestro, yo no puedo ir, ustedes vienen a mi. Alguna vez se preguntaron si a mi me gusta esto; ser golpeado, aplastado, destruido y reconstruido una y otra vez para poder dar con su estética, la cual tiende a «renovarse» cada año, obviamente no. Es como si no soportaran meterse a sí mismos ciclos de autodestrucción y tuvieran la imperiosa necesidad de imponerselos a otros, solo para sentirse mejor. Pero esto no siempre fue así.
Añoro aquellos días en los que solo era yo y la naturaleza. El sol me secaba y la lluvia me revitalizaba, ese era mi ciclo de vida, uno sano y renovable. Es más ni siquiera era solo mío, mis hermanos y yo compartíamos esta bella relación. No había nada que nos golpeara todos los días y nos despreciara sin razón; solo estábamos nosotros; juntos y separados a la vez. A veces alguna criatura hacia su hogar sobre mi y a cambió, con su muerte, me prometía renovarme. Pero jamás me traía algún problema, nunca me sentí amenazado con ellas.
Lo recuerdo muy bien, grandes árboles poseía yo, un inmenso y frondoso bosque me cubria, eran tantos los árboles que aquella brisa de primavera me hacia sentir que de verdad podía pararme e irme de allí.
Pero un día llegaron ustedes.
Mi calma y paz fue sustituida por ruido y guerras. Ustedes se proclamaron como mi dueño, me pusieron un nombre que los identificara, un color y luego fueron a por mis hermanos. Uno a uno fuimos cayendo, ahora solo quedan unos pocos, pero no creo que duren libres por mucho tiempo más.
Comenzaron con sus excavaciones, abriéndome y cerrandome como si de un juguete se tratara, luego sobre estas construían sus hogares pero vuestro ego fue tan grande que no podían evitar seguir haciéndolas cada vez más grandes y pesadas; a veces estas se desmoronaban y yo pensaba que habían aprendido la lección, pero no; ustedes no aprenden ni de sus propios errores, solo esperan un tiempo y lo vuelven a hacer esperando tener otro resultado. Luego como si esperaran que me callara o quizás por mera maldad cubrieron mi cuerpo con asfalto, el cual se calienta y me quema cuando el sol está en su punto más alto. Pero esto tampoco les basto; entonces por si sus pisadas no fueran suficientes tuvieron la brillante idea de construir monstruos máquinas para transportarlos a todos juntos y así siguen hasta hoy en día.
Muchas veces no podían esperar a terminar sus construcciones para matarse entre ustedes, parece que le encantara; como si disfrutaran de ver morir al otro, pero ya sea para no sentirse mal con ustedes o no quedar mal ante los otros usan excusas que pretenden justificar sus matanzas; a veces me asqueo a mi mismo porque siento más respeto por quienes admiten que lo que hacen es sin una razón que pueda considerarse lógica que por quienes pretenden que les entiendan e incluso les apoyen otras personas a la hora de realizar mounstruosas matanzas.
Ahora se han tranquilizado, pues ya no organizan matanzas en masa en mi nombre. Después de tanto tiempo se han asentado sobre mí y mis hermanos; haciéndonos competir entre que «barrio» es mejor y otras banalidades.
Hubo veces en las que pude disfrutar la paz, tiempos en los que pudimos convivir, donde el caos no era tan grande, los niños podían jugar afuera, salir durante la noche no parecía tan arriesgado y el aire aún era limpio y puro. Pero al igual que mi antigua forma de vivir, esto quedó atrás. Desde hace tiempo que no veía a los humanos tan divididos entre sí; la política los está corrompiendo, la tecnología los separa, el dinero y el poder los manipula y los acaba destruyendo; sus religiones e ideologías, cuyo fin debería ser el de unirlos, los esta absorbiendo y encerrando tan lentamente que no lo notan. Solo yo soy quien puede verlo, solo yo sé que son realmente; puedo oírlos cuando susurran, puedo ver sus engaños, huelo el asqueroso aroma que emanan sus mentiras y no digo ni una sola palabra.
Veo el camino que eligieron desde que me invadieron y se a donde los lleva; solo debo de esperar a que se destruyan entre ustedes. Así cuando su matanza acabe podré retomar mi antigua naturaleza y volver a aquella paz que tanto añoro… Aquella paz que ya he olvidado casi por completo.
OPINIONES Y COMENTARIOS