Don Toño el mentiroso

Don Toño el mentiroso

zeferino silva

20/01/2018

Cierta vez andaba el león muy enojado en la selva y todos los animales andaban como locos corriendo para todos lados. Dando vuelta en un árbol se estrellaron un zorrillo y un pato, del golpazo perdieron la memoria y se pusieron a platicar:

-Pato: ¿tú quién eres?

-Zorrillo: no se ¿y tú?

-Pato: tampoco lo se

-Zorrillo: que te parece si nos describimos y así sabremos quienes somos

-Pato: me parece bien, tu primero

-Zorrillo: tienes pico, las patas palmeadas, plumas y haces “cuac”

-Pato: ¡ya se! soy un pato

-Zorrillo: ahora descríbeme tú a mí

-Pato: eres chiquito, prieto y oloroso

-Zorrillo: chin.. Soy un culo

Así termina un chiste de don Toño el mentiroso; así le decían a aquel viejo jubilado del ferrocarril, que vivía al lado de su esposa Lupe en un andén habilitado como casa en un barrio de ferrocarrileros, pegado a su vez a una estación de trenes.

En el tejaban de ese anden nos juntábamos para escuchar sus historias, sus anécdotas y sus chistes; y que no contaba ese viejo, que durante 50 años trabajo arriba de una locomotora recorriendo todo el país entero. 50 años de escuchar historias y lo que le quedo de vida para contarlas, por eso hoy quiero narrar tres de las muchas que platicaba.

Don Chema:

Decía Don Toño en este barrio vivía don Chema, un señor muy molesto que le gustaba burlarse de los demás y a todos les ponía sobrenombre. Había una cantina donde se reunían por las tardes a tomarse una cervecita y a jugar al dominó, allí era donde tenían que aguantarle a don Chema todos sus molestos comentarios, a don Carlos el cantinero le puso “cartonero”, a José el herrero: “masca rieles, a Nicolás el carnicero “tripitas”, a don Martin el vaquero: “monta perros” y a don Cleofás el ganadero “señor estiércol”.

Ya los tenía hasta la madre y no encontraban cómo desquitarse, hasta que llego un cieguito a la cantina que acompañado de su guitarra se ofreció a cantarles, cuando estaba cantando como siempre don Chema: que feo canta, nomas se sabe dos tonos, ese ritmo no es de la canción…

Cuando terminó, el cieguito estaba muy enojado y le dijo: “si yo mirara le daba sus buenos moquetes viejo molesto” y don Chema envalentonado porque era ciego dijo: “que me tapen los ojos para estar iguales”, al cieguito le pareció bien y don Carlos el cantinero le puso un pañuelo en los ojos a don Chema. Pero en lugar de ponerle enfrente al cieguito se paró don Cleofás el ganadero, que rápidamente con dos guantazos lo mando al suelo.

Don Carlos lo volvió a levantar pero ahora fue don José el herrero quien le volvió a zampar otros dos catorrazos y de nuevo visito el suelo, el de enseguida fue Nicolás y por ultimo don Martin. Ya cuando lo levantaron por última vez ahora si le pusieron al cieguito enfrente y le quitaron el pañuelo.

Desde ese día cada vez que quiere burlarse de alguno le dicen: “cállate o te traemos al cieguito» y ya se quedaba callado.

La Araña:

Platica don Toño que cierta vez se levantó muy apurado porque justo en el porche estaba Guadalupe su mujer, tirando unos escobetazos a diestra y siniestra, pegando un grito después de cada escobetazo. Lo que paso fue que Lupe salió a barrer el patio y ya ven que esta medio cegatona, pues ahí andaba Lupe barriendo cuando según ella descubrió una araña y como les tiene mucho miedo rápidamente desenfundo la escoba, pero cada vez que la aplastaba la araña le brincaba y Lupe gritaba para de nuevo abalanzarse sobre de ella, pero la araña le volvía a brincar. Cuando llegué, me di cuenta que no era una araña, era una pluma negra de gallina y cuando levantaba la escoba, con el aire la pluma se levantaba y era cundo Lupe gritaba, no le dije nada solo me reí hasta que se cansó de golpearla.

La boda:

Don Toño platicaba de una boda que pasó hace como 5 años, de la señorita Paula Escobedo. Ella era maestra y su trabajo lo tenía en un pequeño pueblo, allá se quedaba de lunes a viernes y aquí en el barrio sábado y domingo. Ella tenía la filosofía de que es mejor tener de a dos por si falla alguno, tenía su novio en aquel pueblo y aquí en el barrio otro, hasta que decidió casarse y escogió a su novio del pueblo. Se organizó la fiesta, la comilona y el baile. La ceremonia religiosa a las 6, la cena a las 8 y el baile a las 10; pero no contaban con el enojo del exnovio que a hurtadillas llegó a la cocina y puso un purgante de caballo en la olla del mole que se iba a servir de cena. Toda la gente comió pero su efecto comenzó hasta la hora del baile, si hubieran visto aquello… la gente no buscaba donde, sino que buscaba en dónde. Cualquier lugar era bueno, créanme que ni Beethoven se hubiera imaginado aquel concierto donde se escuchaba el estridente sonido de varias tubas y en otro lado el retorico sonido de varios clarinetes, o los silbantes sonidos de violines y así entre pujidos y chorrillos se terminó aquella fiesta que mucha gente recuerda, especialmente la novia.

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