Abrí la puerta… -¿Hay alguien en casa?- Nadie contestó, me acerqué al salón, el televisor estaba encendido y ella seguía, atenta e inmóvil frente a la pantalla, tal como la había dejado en la mañana. La tomé en mis brazos y la llevé a la alcoba, abrí sus piernas y tuve sexo con ella. Al cabo de dos años, sin remordimientos hice mis maletas y me marché, cuando llegamos a la esquina, la pinché y la tiré al tacho de la basura.
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