Mi calle ya no es la misma de ayer!

Mi calle ya no es la misma de ayer!

Aleida Guanchez

09/01/2018


Cuando niña solía jugar en la calle, era algo que cotidianamente hacíamos en mi comunidad. Lo más emocionante que nos podía pasar ocurría en la calle. Reunirnos toda la muchachada a jugar, correr, gritar, saltar, discutir, rodar bici, patinar, saltar la cuerda, jugar béisbol, fútbol, tocar los timbres de los vecinos o provocar a los perros callejeros para luego correr a encaramarnos en muros o árboles de la zona, eran las dos actividades más generadoras de adrenalinas que pudieran existir.

Si rompíamos algún vidrio de las ventanas de los vecinos o sus plantas ornamentales, nos castigaban de no salir a jugar en algunos días, cosa que nos causaba sumo pesar y tristeza; muchas veces cuando ocurría, nadie delataba al responsable en solidaridad con el castigo que le tocaba; ese día por no confesar nos tocaba entra más temprano a casa y sin dejarnos ver la tele, pero pobre del que descubrieran infraganti, ese pagaba por todas las veces que no habíamos delatado al responsable anterior

Era común hacer los mandados a la abuela o a la mamá e incluso los de alguna vecina o comadre, yo me ofrecía voluntariamente con tal de salir a la calle, ese gusto nadie me lo podía quitar, se sentía la hermosa libertad, la brisa en la cara el sol en nuestra piel, los saltos y las carreras tan necesarias a esa edad, quién podía negarse a hacer los mandados, realmente esta actividad se convertía en una aventura.

También teníamos ciertas normas, no podíamos pasar la línea límite impuesta por nuestros padres, solo hasta allí podíamos llegar. Pero no había nada más excitante que a escondidas traspasar esos límites y sentirse retador. Pero pobre del que fuese descubierto, le salía castigo y zurra…Jajaja eso era nada en comparación con la emoción que se sentía al superar el reto de pasarse de la línea establecida….Aun en estos tiempos lo recuerdo como si hubiese sido ayer y mi corazón se acelera.

Frecuentemente en mi calle se armaban tremendas fiestas entre vecinos tales como: navidad, carnaval, cumpleaños, día de la madre, del padre y del niño. Cualquier cosa era buena para celebrar, inclusive preparar un sancocho o una parrillada para disfrutar de un juego de béisbol. Era común que se organizaran grupos para barrer y lavar la calle, decorarla con cadenetas, pintar las paredes comunes, cambiar las bombillas quemadas, todo con el fin de dejar limpia, iluminada y hermosa a la mejor y más bella calle del mundo.

Han transcurridos algunos años desde esas aventuras pero mi imaginación vuela a esos momentos solo al recordarlos. Pero mi calle ya no es la misma…¿Qué ocurrió?, ¿Qué la hizo cambiar?, ¿Los avances tecnológico?, ¿Los compromisos de los nuevos padres?, ¿La desesperanza y la delincuencia callejera?, ¿Los problemas políticos?… ¿Los avatares de la vida?… No lo sé, aun me lo estoy preguntando, ¿o es la combinación de todas las anteriores

Pudiera continuar enumerando situaciones, sucesos, acontecimientos o señalar a quienes considere responsables por esos cambios, pero eso no resolvería nada, debo aceptar que con el correr de los años las cosas cambian para bien o para mal y cada uno de nosotros tiene su cuota de responsabilidad.

Mi preocupación ante todo es por no poder ver esos niños felices que fuimos, no hay nada en este mundo que supere las relaciones interpersonales, somos seres sociales e interrelacionarnos nos llena de afecto, alegrías y tristezas pero sobre todo nos llena de vida.

No es una table, un celular o una computadora lo que nos brindará amigos verdaderos. La nueva comunicación tecnológica nos acerca en distancia a esos nuevos amigos, pero nos aleja en contacto, calor, compartir, diversión y aventura.

En mi calle todos esos niños alegres, felices y divertidos que fuimos nos hemos convertido en seres inconformes e insatisfechos de las malas políticas de gobierno llevándonos a llenar mi calle de protestas continuas por problemas de suministro de agua, fallas eléctricas, déficit de alimentos, medicinas, transporte, servicios médicos entre otros y lo más triste es que los niños actuales se han visto involucrados y directamente afectados por esta situación.

Ya no queda tiempo para jugar en mi calle porque muchas veces lo que encontramos son represiones con gases lacrimógenos o perdigones. Muchos hasta la muerte es lo que han encontrado.

Ni siquiera nos sentimos seguros de enviar a alguno de nuestros hijos a hacer los mandados por temor a que sea afectado por la delincuencia, disturbios o que simplemente ya no encuentre que comprar por problemas de desabastecimientos, saqueos, falta de efectivo, fallas en los puntos de ventas o simplemente porque hay que hacer una cola muy grande para poder comprar alimentos a precios regulados.

Es el acabose de mi calle, ya no hay pintura para embellecer sus paredes, ni papeles para hacer cadenetas, las bombillas están incomprables, nunca hay agua para lavarla, el aseo urbano no pasa a recoger la basura, la luz se va a cada rato.

El ánimo de sus moradores ha decaído, casi todas las personas de mi calle están muy delgadas por falta de alimentos, enfermas por tantas carencias y ni consiguen medicinas, ya nadie tiene ánimo para salir a la calle que nos vio crecer, jugar, reír, vivir y ser felices.

Lo único que actualmente está viendo nuestra calle, es que cada día se marchan muchos jóvenes de la comunidad, inclusive hasta las familias completas.

Hay mucha tristeza y lágrimas de despedida, no se sabe si algún día volverán. Se han ido por falta de empleos, seguridad, alimentos, medicinas y pare usted de contar. Todos se marchan al exterior con el sueño de una mejor calidad de vida o por lo menos buscando garantizar la seguridad de sus hijos.

Mi calle cada vez está más triste, más sola, más llena de desesperanza y de personas infelices con miradas pérdidas y lágrimas en los ojos…jamás pensé verla así de moribunda.

Pero los gratos recuerdos de esos innumerables tiempos felices se mantendrán eternamente en mi mente y corazón aunque mi calle, ya no sea la misma de ayer

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