Y se encontraba allí, bajo el puente Ricardo Palma, acurrucado en el frío viento de esa noche lluviosa. Los carros pasaban al costado de la acera, muy deprisa por llegar a sus hogares, abrigarse, comer e irse a dormir, sin ni siquiera percatarse de ese pobre hombre que se encontraba recostado bajo dicho puente.
Al día siguiente, a primeras horas de la mañana, en el mismo lugar, pasaron unos oficiales de la policía y al percatarse de aquel hombre, bajaron de su vehículo dirigiéndose hacía él; al acercarse se dieron cuenta al instante que este se encontraba muerto.
En unos instantes las personas que pasaban por el lugar comenzaron a acercarse y amontonarse alrededor de la escena con expresiones hipócritas de tristeza y quedando perplejas por tan lamentable situación, señalando su dolor ante esta perdida humana; sin embargo, ninguna de ellas había sido capaz el día anterior, de preocuparse por el mismo, dejar sus comodidades, prejuicios, miedos, etc, y ayudar al pobre hombre bajo el puente Ricardo Palma.
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