Es que yo veo poesía por todo el lugar, en todo momento, está ahí manifestándose, esperando ser descubierta.

Cuando alguien se levanta, comienza su día; va al baño, se sienta sobre el tapete y se pone a contar los azulejos, acomoda la toalla. Esta ahí expectante lista para soltar palabra.

Después cuando alguien va a la cocina, prende la primera hornalla que es la que calienta más, agarra la pava elegida para el mate, porque hay pavas destinadas; al mate o al te, la llena de agua fría ya que en eso también se preocupa, la coloca en el fuego mínimo por cierto, para lograr sin dificultad la temperatura justa. Ahora va y busca el mate, pero no cualquiera sino el de chapita que es para mate amargo, ¡Si! Exacto también tiene mates propuestos a distintos usos.

Siempre esta esperanzadora, ella observa cuando es medio día y recorre un barrio; entre las doce y las quince de la tarde, escucha el ruido del aceite chirrear en una sartén, el cuchillo golpear la tabla cortando la cebolla y presiente una lagrima resbalar por el rostro de una persona, el contra aire al extender el mantel sobre la mesa, el sonido al chocar; platos, vasos, cubiertos y el grito de -¡A comeeeer!-.

Y en donde la siento palpitante es cuando amo, ahí se presenta en su máxima expresión; fuerte, certera, cantante, iluminada, colorida, chocante, y te sacude. Porque el acto de amar es poesía. Besar el alma, abrazar la herida, quitar el puñal, desangrar, morir y con la fuerza que te da volver a vivir, respirar, saltar convertirse en tiempo y espacio.

Ser solo ser, eso es poesía, existir.

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