DON CLODOMIRO Y SUS CARDENALES

DON CLODOMIRO Y SUS CARDENALES

Don Clodomiro es casero de un establecimiento rural, ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Minas, muy cuidadoso de su tarea de campo, celoso de su trabajo y hombre de mucha confianza de su patrón.

Ya nos habían hablado de su personalidad, por lo tanto, una mañana emprendimos viaje teniendo en cuenta dicha información. Así fue que llegamos, con la intención de fotografiar unos cardenales amarillos, especie en peligro de extinción, que nos habían avisado que allí se encontraban, por lo cual solicitamos permiso para ir a verlos.

Cuando llegamos, golpeamos las manos e inmediatamente aparece Don Clodomiro, de mediana estatura, morocho, un poco barbado y dando la imagen de una persona tosca, de pocas palabras pero principalmente, desconfiado, no ocultando en su rostro su disconformidad con nuestra presencia.

-Buenos días. ¿Cómo anda?- saludamos.

-Buenos días, qué los trae por acá– pregunta.

-Mire, andamos por fotografiar unos cardenales amarillos, por supuesto si Ud. nos permite, hablamos con su patrón y nos dio permiso.

-Ah!, exclama ¿usted es el hombre que viene a ver los cardenales amarillos? Dígame una cosa, cómo se enteró que hay cardenales amarillos, porque no dejo entrar a nadie, salvo que vengan con permiso del patroncito.

-Nos enteramos a través de una persona que vino a realizar un trabajo acá– dije

-Acá si no vienen con el permiso del patroncito, no entra nadie– manifiesta Don Clodomiro.

-Pero nosotros ya hablamos con el patrón y nos dijo que viniéramos, que usted estaba enterado y que no íbamos a tener problema- le aseguré.

-Si…..si….. el patroncito me avisó, ningún problema, viniendo con permiso del patrón no hay problema– repite Don Clodomiro.

-Entonces, si no hay problema, ¿podemos ir a verlos, están muy lejos de acá?

-Ah sí, pero no los voy a poder acompañar, porque tengo mucho trabajo y poco tiempo– dice Clodomiro.

-No hay problema, nosotros los ubicamos– le dije.

-No, yo los voy a estar vigilando desde la punta de aquel corredor -señalando con el dedo a pocos metros de allí- no sea cosa que me los cacen– advierte Don Clodomiro, con una sonrisa y suficiencia, que uno se daba cuenta, disfrutaba de la broma que nos estaba haciendo, lo que significaba que esa desconfianza hacia nosotros ya no era tal.

Al comenzar a caminar hacia el lugar escucho el canto de los cardenales allí cerquita y le digo:

-Pero los cardenales andan ahí, contra la casa.

-¡Ah, pero parece que conoce un poco el canto de las aves, no es ningún analfabeto con las aves!- exclamó Don Clodomiro.

Solamente sonreímos y seguimos caminando junto a él. Cuando llegamos al extremo del corredor señalando un álamo Clodomiro manifiesta:

-Ahí están – con una amplia sonrisa – en la horqueta del árbol está el nido, ayer subí con una escalera tienen tres huevos, poco menos comen en mi mano, los tengo casi guachos.

-Con razón me dijo que me iba acompañar hasta acá- le expreso con una sonrisa.

Su respuesta no se hizo esperar, con una amplia carcajada, mientras armaba un tabaco: Don Clodomiro festejaba y repetía -por eso les dije que hasta acá los iba a acompañar, -pero de acá no me muevo- contento porque nos había hecho una broma y demostraba su conocimiento sobre el comportamiento de los cardenales amarillos.

-Bueno permiso le voy a tomar unas fotos– le digo.

-Es todo suyo señor- expresa Don Clodomiro con suficiencia, y en ese momento el casal vuela cerca de nosotros.

-Vio, ahí están posando para las fotos, ellos sabían que ustedes venían, por eso se pusieron a posar- expresa con una sonrisa de oreja a oreja -aprovechen, aprovechen– dice Don Clodomiro –porque ahora tienen permiso del patroncito, sin el permiso del patroncito no le iban a poder sacar fotos.

Mientras Don Clodomiro seguía alardeando con sus comentarios hacia el patroncito y también hacia los cardenales amarillos, aproveché al máximo esos momentos para fotografiarlos.

Cuando hacía aproximadamente veinticinco minutos de estar sacando fotos, le agradecí y le pregunté si no habían sacado pichones antes.

-Si– expresa Don Clodomiro –el año pasado sacaron un pichón y un sinvergüenza que vino a trabajar acá lo cazó y se lo llevó, pero este año ya le dije al patroncito que a ese sinvergüenza no entraba más.

-Me parece bien– expreso– hay que cuidarlos, es una especie que está en peligro de extinción, posiblemente vuelva cuando estén con los pichones para sacarles otras fotos.

-¡No señor!– Exclama Don Clodomiro –sin el permiso del patroncito no se moleste en venir, porque si no tiene permiso del patroncito no entra.

-Pero, por supuesto hablaré con el patroncito para solicitarle permiso– le dije.

-Ah sí, acá sin permiso del patroncito no entra nadie!– dice Don Clodomiro–

-Le hago una pregunta Don Clodomiro, ¿ese sinvergüenza tiene permiso del patrón?

-No, él viene a trabajar, pero también le voy a decir al patroncito que no lo deje venir más– responde.

-Mire Don Clodomiro, quiero felicitarlo por cuidarlos, protegerlos y hágale llegar mis saludos al patrón.

-Pero espere– nos detiene Don Clodomiro– ¿y no van a volver a sacarle fotos con los pichones?

-Sí, pero antes le pediremos permiso a su patrón, si él nos permite vendremos. Quiero hablar con su patrón para felicitarlo, además decirle que tiene una persona tan responsable como usted de casero y lo bien que tiene todo el establecimiento.

-¡No!, pero señor, venga tranquilo, no hay problema, si usted es amigo del patroncito no hay problema, si quiere hablar, hable para decirle eso que usted quiere decirle, pero venga nomas que yo lo dejo entrar, los espero, no es necesario que le vuelva a pedir al patroncito.

-Bueno Don Clodomiro, nos vamos, muchas gracias por todo y disculpe las molestias.

-¡No señor! ninguna molestia, los espero cuando saquen pichones, vengan nomás.

Y así volvimos, con el trofeo fotográfico, con la alegría ver reproducirse a los cardenales amarillos y conocer a Don Clodomiro, orgulloso de su trabajo y su lealtad al patroncito, aunque al final ya no tenía la firmeza del principio.

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