Una boda diferente.

Una boda diferente.

Anabel Moya

07/09/2018

No todas las parejas son perfectas ni encuentran a su media naranja, aunque en el caso de Tira y Fernando solo florecía el amor. Estaban a punto de casarse, planeando la boda y aunque todo pareciera ir a la perfección estaban realmente nerviosos. No por ellos, ni porque tuvieran dudas sino por los familiares de ambos cónyuges. Aunque es algo normal, teniendo en cuenta que Tira es una chiquita hindú de 26 años y Fernando un hombre español con 42 años de edad.

Se conocieron en la India cuando él fue como misionero e impartía clases gratuitas de español. Tira fue su mejor alumna, la más lista e interesada en la materia. En cuanto aprendió a leer en aquel idioma meses antes, desconocido para ella, no paró de interesarse por la cultura española leyendo El Quijote, Poemas de Lope de Vega y otras grandes obras literarias.

Un día ella dio el primer paso e invitó su profesor al cine, al terminar la escuela. Vieron una película sobre Brahma, el Dios creador del universo para los hindúes. Tira le explicaba que Brahma equivale a lo “Absoluto”. Es una esencia indivisible, que suele ser representada a través de un cuerpo de hombre con cuatro cabezas con barbas y cuatro brazos. Entonces Fernando le dijo que tenía los ojos verdes más bonitos del universo y que se explica maravillosamente en castellano. Así es como se dieron su primer beso, preludio de lo que sería más adelante una hermosa relación de amor.

Pero siempre que las cosas suelen ir bien, de repente se tuercen, y eso fue lo que pasó. Devendra el padre de Tira se enteró gracias a Salmalin, un compañero de clase de la chica, que su hija se veía con el profesor para pasear, leer y con otras excusas cada tarde. Esto le enfureció muchísimo y decidió impedirle a Tira asistir a clases de español. Cuándo Fernando vio que ella no regresaría jamás, se marchó a España a su antiguo empleo como profesor universitario para intentar olvidara.

De esto hace ya cuatro años, de los cuales Tira y Fernando solo han podido comunicarse por Skype, hasta que le propuso venir a España para poder continuar así su relación. Ella le dijo que eso era imposible, que hasta entonces no se lo había dicho para no preocuparle, pero que Salmalin había pedido su mano y su padre había aceptado sin tan siquiera preguntarle a ella. El profesor no lo dudó dos veces y le propuso matrimonio. Pensó que así ella no tendría que casarse con el otro joven y podría vivir con él felizmente en España. Incluso, podría ayudarla a conseguir un buen empleo como traductora o algo parecido. Tira tampoco se lo pensó mucho, porque aceptó enseguida. Decidió reunir dinero para el viaje y darle la gran noticia a su madre, así ella le ayudaría a calmar a su padre.

Ahora la gran noticia de la boda ya la saben todos, pues o bien les ha llegado a sus buzones una invitación o se lo han dicho nuestros protagonistas personalmente.

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En masa, todos juntos y vestidos de blanco llegaron, elegantes, con su punto en la frente y caras asustadas. Fernando fue a recogerlos al aeropuerto de Adolfo Suárez (antigua Barajas) en Madrid. Faltaban tres días para la boda y los quería pasar junto a Tira para organizar bien el evento. Mientras sus familiares se asentarían en el hotel y conocerían España. Bueno, casi todos ellos, porque Devendra no acudió.

La boda se realizaría en el jardín de Fernando y se casarían por lo civil, dado que ella no quería curas, ni ningún rito cristiano debido a su religión hinduista. Se pusieron de acuerdo para pedir un “catering” típico español compuesto por paella, tortilla, bravas etc…para que conocieran la rica gastronomía española y porque los hindúes son en su mayoría vegetarianos.

Pensaron en la mejor combinación para sentar a sus parientes para el banquete, encargaron hermosas flores de loto como centro de mesa y a una banda de músicos para animar. Les estaba costando organizarlo todo en tan poco tiempo, pero sabían que la cosa tampoco podría salir tan mal si mezclaban ambas culturas para crear una boda diferente.

Los familiares de Tira conocieron el Palacio Real de Madrid, les pareció muy grande y majestuoso. También visitaron el Museo del Prado, quedando maravillados con las grandes obras de arte de Goya y Velázquez. El Museo del Traje en la Ciudad Universitaria, fue muy del agrado de la madre de Tira, pero lo que más les gustó, fue la Plaza Mayor con sus antiguas casas y su rica historia. Lo que menos, tener que ver vacas abiertas en canal en las carnicerías ya que preferían verlas pasear libremente por las calles como en la India.

Tras tres días de visitas y preparativos, el gran día llegó. Tira estaba vistiéndose junto a su madre, y aunque no fuera a ser paseada en elefante, el hermoso traje blanco le quedaba divino. Una lágrima corrió por su mejilla y fue de felicidad, pues vio a su padre frente a ella y quedó anonadada. Devandra lo comprendió todo y viajó en un vuelo rápido hacia España. Comprendió que él tuvo la suerte de casarse por amor, lo suyo no fue una boda concertada y por ello, no podía negárselo a su hija. No podía negarle el derecho de amar y de ser amada incondicionalmente aunque se tratara de un hombre mayor que ella y de etnia diferente. Además su hija tendría mayores posibilidades de futuro y formación en aquel país que en la India.

La boda fue todo un éxito. Todos se pusieron en el lugar del otro para intentar conocer mejor su cultura y forma de vida, tanto los familiares de Tira como los de Fernando.

Ellos serían felices el resto de sus vidas, por lo que todos sus invitados deberían también serlo, al menos aquella noche de boda tan diferente que marcaría un antes y un después en la vida de las dos familias.

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