Por oveja negra de entre seis hermanos, quise ir a la marcha del 2 de Octubre en Tlaltelolco a los once y mis padres me encerraron; años después quise estudiar Artes Plásticas y no me dejaron, así que comenzando la preparatoria me fui de casa a los catorce con la mochila al hombro a inicios de los años 70 y, luego de andar miles de kilómetros por los rumbos de aquellos tiempos durante un par de años viajando de polizón en tren o de aventón por carretera, regresé más inquieto aún, pero con proyectos muy concretos.

Me convertí en agente viajero para conocer lugares y sobre todo mujeres, y así explotar lo que muchas de ellas me dijeron en similares circunstancias, como Ivonne, a quien conocí en París ya a mis cincuenta:

-¡Me flechó tu inteligencia, que eres un hombre de Mundo, hablas cinco idiomas pero, sobre todo, que eres un estupendo amante, guapo y varonil!…-, me susurró al oído uno de nuestros gozosos amaneceres.

Y así, viajé, viví, amasé una pequeña fortuna y disfruté sin una familia la cual me atara; pero hoy, cambiaría todo aquello por una cálida compañía y algo de amor verdadero; no el de una noche, sino del que está en las buenas y en las malas hasta el fin.

El tal-Hugo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS