LA HUIDA Y LA MENTE -carta abierta-

LA HUIDA Y LA MENTE -carta abierta-

Juan Gnav

02/08/2018

Mi viaje empezó hace unos nueve años. De repente dejé de ser quien era porque implosioné hacia mi interior. El contacto con lo tangible de lo cotidiano era ignorado por mi mente mientras perdía la cordura.

Una ambulancia me transportó al hospital mientras era asistido por mi asustada esposa. Me atendieron de urgencias tras haber pasado previamente por el centro de salud al que estoy adscrito y en donde se vio lo importante de mi crisis. Medicado, pero no paliado con ello, me amarraron fuertemente a la camilla y a todo motor con la sirena encendida pronto fui llevado a la zona de urgencias hospitalaria.

Supongo que se me hizo el chequeo de rigor en las constantes vitales. Procedieron a normalizar las taquicardias repentinas, ansiolíticos inyectados pretendían dormir mi furor. No me dormí, no. Pero mi desorientación era tal que me adolecía con vahídos de mente escapada. Los psiquiatras hablaban entre ellos mientras me subían a planta.

Tres días después de mi disociación, volvía a casa, a la mía, a la suya de mi mujer. Con nuestra hija éramos tres. Quedé obligado de por vida al centro de salud mental y a sus visitas programadas. Aquellas de psiquiatra que aún hoy siguen formando parte de mis rutinas.

Tres años de amnésica memoria he pagado todos completos, todo lagunas. Los posteriores dejaron certificado que aquel que se marchó hace nueve años lo hizo para no volver. Dicen preguntándome, y yo no sé qué responder. Apenas me acuerdo de él.

Me echan en cara actos supuestamente cometidos por mí y después me dicen «créeme» y yo qué otra cosa puedo hacer sino dudar y decir creer. Mi mente se disoció de la realidad marchándose de mi yo, decidida a no regresar.

No quería continuar en mi yo calamidad. Yéndose se difuminó.

Todos los días revuelvo en mi interior buscándome el yo para ser, porque ahora, aunque sigo siendo un yo, ya no soy aquél.

P. D. Gracias, sin nombrarte, por aplacar mi inseguridad y que por ello hayas hecho que, escribiendo mi verdadero viaje, hiciera caso omiso de lo que pedían mis foscos sueños. Te lo agradezco francamente; sé tu nombre, mas tú no has de saber que me dirijo a ti -pacto exigido dicit-. Nada hay más ético que la verdad.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS