Nos despertamos y ella estaba de mal humor, me dijo que era un malo. la verdad no la entendí pero tampoco quise preparar el viaje, el cielo estaba nublado, no había ropa alguna que pueda protegernos de las puñaladas de frío que bajaban de las montañas nevadas y para colmo el sol se negaba aparecer. Pensé en la calefacción del auto y en la otra región, ahí si que podríamos tomar sol hasta quemarnos la piel aunque no haga calor. Entré al cuarto, disimuladamente empecé a preparar la mochila pero ella, levantó su celular, marcó y dijo:
– No he terminado mis trabajos así que suspendimos el viaje… avisale a …
No escuché sus últimas palabras porque pegué un grito de espanto, sus pómulos estaban más rojos que de costumbre, de sus ojos emanaban chispas cual esmeril en contacto con el acero y de su boca una lengua roja muy roja aparecía y desparecía, volví a gritar y ella me dijo tranquilo, soy yo, qué te pasa, me desperté y no quiero partir esta mañana.
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