De Rosario a Rawson en un Renault 12

De Rosario a Rawson en un Renault 12

J.G. Gutierrez

15/07/2018

Hace diez años partimos con mis padres, mi hermano mayor y mi abuela en lo que sería la aventura mas loca que tuve en mi vida. Diez años después lo puedo narrar con mayor claridad.

Primer día de viaje:

Salimos a las 6:00 A.M desde la zona norte de Rosario con la idea de viajar tres mil kilometros de ida y vuelta en un Renault 12 del año 1982. El viaje tenía un motivo específico para cada uno de los viajantes; Para mi abuela, era reencontrarse con sus primos y sus ex-mujeres, con las que tenía mas relación que con aquellos que sí compartían su sangre. Para mi padre, volver al lugar donde vivió entre los diez y los doce años. Para mi madre, el mar, la patagonia y el viaje en nuestro cacharro. Para mi hermano, conocer la Argentina mas ampliamente. Para mi, salir de aventura a tierras desconocidas.
Paramos en Mar del Plata. Nos hospedamos en la casa de un primo de mi abuela. Durante la noche del primer día recorrimos el centro marplatense, paramos en una heladería gigante.

Segundo día:

Al día siguiente aprovechamos el calor propio de Enero y nos fuimos al mar, que estaba a unas convenientes cuatro cuadras de distancia. Nunca había estado en el mar, desde chico me molestó que Rosario no tenga uno, jamás lo entendí del todo, ni siquiera ahora.
Cuando vi aquella extensión de agua, me senté en la orilla con mi abuela, entre estrellas de mar y piedras transparentes. Podría llegar a la conclusión de que ella estaba teniendo exactamente los mismos pensamientos que yo. Allá, del otro lado de ese mar, había otro continente, con otros idiomas y otra historia. Para mí, que la extensión mas grande de agua que conocía hasta entonces, era el Río Paraná, el hecho de que en el horizonte no se divisaba ni un poco de tierra, era fascinante.
Esa tarde al llegar a la casa donde nos hospedábamos, chateaba con mi novia de la infancia, por MSN tiempos atávicos son hoy. La charla fue la siguiente;
-Hola, ¿todo bien bella?
-Em.. Cortamos, mi mamá no me deja tener novio.
Por suerte aún podía pensar con claridad sobre las cosas importantes de la vida, así que seguí leyendo el libro que había llevado como si nada hubiera pasado. Recuerdo que mas tarde me reía de la situación. Comimos un asado y nos fuimos a dormir.

Tercer día:

Resucité. Nos levantamos temprano para seguir con el viaje, nos despedimos de los primos de mi abuela y salimos para la ruta. Como era inevitable, después de unas escasas dos horas de viaje, pinchamos una rueda y paramos en la localidad mas cercana; un pequeño pueblo al costado de la ruta, desconozco el nombre. Mientras esperamos en la vereda del taller mecánico, un perro súper enérgico se nos acercó con una piedra en la boca. Otra vez, para cada uno tuvo un significado distinto. Para mí, era un ser mágico que se nos presentó en forma de perro negro, enorme, con apariencia de lobo y la piedra, era un regalo de bienvenida a su reino. Naturalmente tomé la piedra agradeciéndole, pero el can tomó una actitud específica, comunicándome con sus modos, que deseaba que lance la piedra para que el pueda ir a buscarla. Lo hice, la agarró en el aire con toda la destreza posible y volvió a mi, para que yo repita el acto. Después de algunos minutos jugando con el perro, presumiblemente entrenado, a mi hermano se le ocurrió taparle los ojos mientras yo le escondía la piedra, el perro sumisamente se sentó mientras mi hermano le tapaba los ojos. La verdad es que encontró la piedra en el bolsillo de mi papá con mucha mayor rapidez de la que yo mismo lo hubiera hecho.
Ni bien la rueda estuvo lista, seguimos con el viaje. Era cerca de las tres de la tarde de aquel día cuando el inmenso cielo azul se comenzó a nublar extremadamente rápido. Como todo niño de nueve años que se preocupa, yo me dormí.
Cuando me dormí, el paisaje era el siguiente: En el horizonte, la ruta, llamas muertas y autos que se perdían a la distancia, el cielo, aún predominantemente azul brillante, con nubes sumamente oscuras. Pero el Renault 12 modelo 82, con su rueda nueva soportaba muy bien toda la situación, ya que seguía rodando a setenta kilometros por hora.
Cuando desperté, el horizonte no se veía, solo era visible la lluvia, eran las cuatro de la tarde, pero parecía la mas oscura hora de la madrugada, el cielo era uno con el resto del paisaje, los autos ya no existían, el R12 ya no estaba en movimiento sino que estaba parado al costado de la ruta.
Mi padre estaba empapado, ya que en un momento, el viento recio nos voló un limpiaparabrisas y el había bajado a buscarlo en medio de un viento que sospecho podría haber levantado una vaca.
Cuando la tormenta paró, nos dimos cuenta que había una estación de servicio a 10 metros de nosotros, un hostel y un restaurante. Así que paramos a descansar en aquella estancia. Una vez que paró de llover completamente, el cielo en su totalidad era completamente anaranjado, lo recuerdo hoy y no lo creo. Comimos en el restaurante y luego nos fuimos a dormir.

Cuarto día:

Este día fue puro viaje sin pausa. paramos en algunas estaciones de servicio. Cerca de la hora de dormir nos agarró un temporal peor que el anterior, lo que nos obligo a pasar la noche en un hotel de lujo Bahía Blanca. Fuimos cantando tango todo el viaje del día siguiente.

Quinto día:

Luego de horas de rodar por la ruta. Llegamos a Rawson alrededor de las cinco de la tarde. Fuimos a la playa, a los museos de la guerra en Malvinas. Toqué un piano de mas de cien años de antigüedad y conocimos la historia galesa de Rawson. Fue un viaje fantástico.
Si alguien hoy me lo contara, yo no le creería. Pero ustedes créanme, fue hermoso.

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