… la planificación lo es todo

… la planificación lo es todo

Ignacio C. Sierra

08/07/2018

En el corcho de la pared, un plano de Manhattan con treinta y nueve chinchetas que inmovilizan siete hilos. Cada uno tiene un color particular, desde un tranquilo azul para el lunes hasta un alarmante rojo para el domingo. Forman una arcoíris tela de araña construida entre alfileres que recorre avenidas, atraviesa edificios y vira en estaciones de metro. Sobre él, como moscas, agujas de las que cuelgan pequeños fragmentos de papel con letras y números.

Tres novelas y dos guías de viaje se apilan en la estantería, llenas de marcadores, también de colores y numerados. Una agenda junto a ellos contiene la leyenda que descifra el jeroglífico de referencias. La piedra Rosetta de las notas de las agujas.

Los billetes de avión esperan junto al teclado mientras mis dedos teclean frenéticos, registrando cada alto en el camino. Desde el ordenador de mi despacho visito, milagros de la tecnología, cada rascacielos, cada plaza. Anoto en mi calendario las salidas y puestas de sol de cada día mientras las tres baterías de la cámara de fotos se recargan. Las tarjetas de memoria están ya en el archivador, listas para ser llenadas.

Aterrizo de madrugada y el taxi vuela hasta mi hotel. Tras una ducha compruebo que llevo la cartera y me dirijo al diner del 2532 de Broadway. Allí pido los huevos con bacon y frijoles. Cuando Charlotte me rellena amablemente la segunda taza de café, le pregunto con mi mejor sonrisa:

Where should an outsider begin diving into New York?

Tras acabar la conversación con una generosa propina y guardar en mi bolsillo una servilleta con varias direcciones y un número de teléfono, dejo atrás el aroma a bagels y cazo un taxi al vuelo.

La agenda descansa junto al ordenador, en mi despacho.

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