El gran día no había llegado, al menos eso pensaba Tamara. La almohada parecía más cómoda que de costumbre y las pruebas señalan como culpable a internet ; la tuvo entretenida hasta la madrugada buscando pasajes, pero ninguno acorde a su bolsillo. El cerebro está en modo ausente, no había cumplido con su promesa de ocho horas de descanso, ni siquiera el premio consuelo de seis, pero le obsequió un sentido perdón y se levantó. Hace semanas que le cuesta concentrarse en lo realmente importante, durante los primeros meses la planificación de su viaje llevaba una puntuación perfecta, pero el telegrama de despido acabó con ese promedio, amenazando también con terminar sus ahorros.

El calendario alerta con letras luminosas, figuras de aviones y palmeras que mañana sería el esperado viaje; una idea que no concuerda con la realidad, siendo obra del pasado, el cual la encontraba con trabajo estable y billetes frescos. Los platos de ayer seguían esperando sentir el agua caer, el jocoso reloj murmura un irónico «buenas tardes» que Tamara ignora, siguiendo su camino hasta posarse donde comienza la silueta de la luz, ingresando levemente por la cálida ventana; cierra los ojos y abre sus brazos, como intentando absorber un poco de la energía natural del sol, pero su concentración la desvía del camino y se encuentra en un espacio oscuro donde no hay nada, que la invita a reflexionar, pensando una y otra vez en lo mismo: mañana seria mi viaje.

El desayuno demoró un poco más de la cuenta, el sugerente color de las tostadas invocan a su imaginación, sin poder evitarse ver con un espectacular bronceado, siendo la envidia de miradas femeninas y la debilidad de las masculinas. Una diminuta araña llegó para romper el ensueño, sus pasos lentos generaron un cosquilleo sobre el pulgar de su mano izquierda, Tamara abre los ojos para identificar la culpable y dejarla sobre el suelo sin causarle ningún daño ; la observaba mientras se alejaba y recordó aquella vez, cuando tenía nueve años, en la que diseñó un ranking con sus miedos más profundos y que curiosamente el puesto número dos era «ser atacada por una araña»; hoy en el podio estaría un ítem que en ese entonces no figuraba en la lista y sería «quedarse sin viaje».

La noche aconteció sin pedir permiso y desorientando su conciencia; las agujas se movieron con ligereza, los minutos se hicieron horas y pasaron sin resguardo dejando nada claro; su pensamiento estaba en blanco y su mirada perdida en un espejo con marco descuidado y despintado, mas maltrecho que viejo, en el cual Tamara se veía detenidamente, quizás ya sin verse realmente e identificándose emocionalmente con la descripción del mismo espejo, estudiándose, sacando conclusiones de lo que fue y es ahora. Estos últimos meses estaba abusando del manual de consejos de su padre, ese que guardaba en un chip cifrado en su cerebro, junto a todos los recuerdos que pasó con él, y una frase de su mente floreció » No siempre las cosas salen como las planeamos, puede que en el medio debamos cambiar el camino, pero nunca el objetivo».

La perdí de vista solo un instante y ya su rostro no se encontraba reflejado en el espejo, el ángulo era el mismo, pero la imagen que se revela es la de un solitario fondo amueblado que siempre estuvo ahí, pero que no percibí. Una serenata fuerte iniciada por puertas que se abren, cajones que se caen, pasos rápidos y torpes me indican como llegar nuevamente a ella. Ahí la veo, su cara tiene otro semblante, su postura expresa decisión y su cuerpo actitud. La puerta se cerró de salida; por la ventana que provee energía vi su despeinado cabello en el asiento trasero de un taxi; no me pregunten que fue lo que pasó ni cual será ese camino, yo solo soy su ángel que describo lo sucedido.

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