Oaxaca

La primera vez que estuve en Oaxaca fue hace años, cuando vuestro seguro servidor vivía en Veracruz. Y ya ha llovido desde eso.

Para empezar, una nota para mis compatriotas españoles, gachupines o no: Oaxaca se pronuncia «Uaháca», con hache aspirada, como México se pronuncia «Méhico». Ya sé, ya sé, a mí tambien me costó, al principio de mi vida en Veracruz, decir que yo vivía en la Avenida «Hicoténcal», cuando en los letreros decía Xicotencatl.

Pero a lo que voy. Decía que la primera vez que fui a Oaxaca. fui desde Veracruz, en coche y por carretera (en coche sería difícil ir por el aire, claro).

Hay que atravesar casi todo el istmo de Tehuantepec (en otra ocasión lo atravesé, pero eso es otra historia). Si bien es cierto que el camino más corto es por Tuxtepec, toda la pandilla veracruzana me aconsejó ir por Tehuacán. Es más largo, pero se supone que es un camino mejor para atravesar la sierra. Tal vez sí, pero la contrapartida es que hay que atravesar las cumbres de Maltrata, entre Orizaba y Tehuacán. Hay gente que dice que es una de las carreteras más peligrosas del mundo, pero, en fin, no quiero exagerar.

El problema es que la ruta asciende rápidamente, entre precipicios infernales, con curvas más cerradas que el sepulcro del Cid. Y para acabar de fregarla, la niebla que baja de las montañas. Como indicación, os diré que hay curvas que hay que tomarlas por la izquierda, para que los grandes camiones puedan girar. Se ve en la foto siguiente (que no es mía, que yo bastante hacía con temblar y poner cien ojos en la carretera). Y todo eso, de noche y con niebla. Pero bueno, un servidor y sus compañeros de expedición, sobrevivieron

Tras pasar la noche en Tehuacán, seguimos a Oaxaca, ya sin incidencias mayores. Parando de vez en cuando, como en este bar de carretera, donde el perro de la foto estaba un poco mustio. Le preguntamos a la mujer que estaba a cargo que qué le pasaba. Dijo que estaba enfermo. ¿Y eso? -es que no come, respondió.

Aparte de eso, la carretera no presentó más problemas hasta Oaxaca. La decoración había cambiado radicalmente desde la lujuriosa (¿a que queda fino eso de «lujuriosa»?) vegetación tropical del Golfo de México hasta la típica de altura de la sierra mesoamericana, con sus cactus candelabro y sus matojos.

Estuvimos en Oaxaca todo el fin de semana, justo para ir a visitar Monte Albán, uno de los sitios arqueológicos más interesantes de México. Plaza fuerte de los zapotecas, hasta que los conquistaron los aztecas. Sin querer entrar en polémicas (válame Dios, no), la historia de Mesoamérica está llena de conquistas y violencias entre etnias desde mucho antes que apareciera por allí Hernán Cortés. Es un hecho histórico que los aztecas dominaron y aplastaron a un montón de gente de otras etnias. Esa es una de las razones que se dan para explicar el triunfo de Cortés. Todo el mundo estaba tan harto de los aztecas que cuando vieron a los barbudos a caballo se aliaron inmediatamente con ellos. Que luego les fuera igual de mal, o peor, con los españoles, es otra historia.

En cualquier caso, Monte Albán es uno de los sitios más impresionantes que yo he visitado (y he visitado bastantes).

Por supuesto, también fuimos a ver el árbol del Tule, un ahuehuete milenario que es una de las atracciones principales de Oaxaca:

Otro punto que hay que visitar es la catedral, que es de un barroco colonial impresionante. A mí es una de las que más me gustan de México:

Culinariamente, oh queridos amigos, lo que más huella me dejó fue la costumbre de comer saltamontes tostados (chapulines). Normalmente, los venden en cucuruchos de papel en el Zócalo, pero no me atreví. Sin embargo, mis amigos me arrastraron hasta un restaurante al lado, «la casa de la abuela», donde te los preparan con una salsita de cebolla y unos chiles. Y bien, pues ahí no pude resistirme. Se comen con tortillas de maíz, se forma un taco, le pones salsa y hala, para dentro. El único problema es que te encuentras alguna patita entre los dientes, pero te la sacas con un palillo y a otra cosa.

Volví a Oaxaca años mas tarde. Esta vez, en avión, desde México DF, en unas vacaciones cuando vivía en Luxemburgo. Fuimos otra vez a ver Monte Albán y, como novedad, visitamos Mitla

De restaurantes no voy a decir nada, porque no me acuerdo. Eso sí, comí unos tacos de verdolagas y flor de calabaza deliciosos, pero no me acuerdo donde y, además, ni lo anoté ni le hice foto.

Como había ido en avión no tuve que pasar las cumbres de Maltrata, así que me las prometía muy felices, hasta que mi pareja me dijo que quería conocer Huatulco, en la costa del Pacífico. Yo, que soy un tío complaciente, alquilé un coche y nos lanzamos a la ruta, atravesando la sierra Madre.

Hasta Miauatlan, todo va bien. Luego, aparece una primera rama de cordillera, con pinos frondosos, a la que le sigue una segunda rama. Mil curvas y todas llenas de camiones que transportan troncos. Subimos, bajamos, hasta San José Pacífico (y dices “ya está cerca el mar” por eso del nombre: ja ja) y subes otra vez enormes montañas y bajas otra vez, y otra. Corrimientos de tierra y deslaves y llegas a Pochutla y.. ¿se siente el mar?… narices, todavía 50 Km entre sierra, esta vez ya, tropical y al fin, Huatulco.

Muy bien Huatulco, pero pasamos dos días pensando todo el tiempo en el camino de vuelta. Como dijo el empleado de una gasolinera cuando le preguntamos cómo estaba la ruta (pensando en las inundaciones y los corrimientos de tierra): -» pues eeeste, no sé, últimamente no hay muchos asaltos

Pero en fin, volvimos sanos y salvos aunque en Chacalapa, la carretera estaba casi cortada por los deslaves… pero pasamos.

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