Me entusiasmaba la idea de comenzar nuestras vacaciones en pareja después de casi nueve años de relación.
Sabía que abandonar el seco calor de Madrid por la brisa húmeda de Asturias despejaría nuestras mentes, y a mí me provocaría escuchar tu risa aún más exquisita de lo que ya me parecía escucharla.
El comienzo del viaje fue un no parar de sueños aleteando por el coche, y que imaginaban un futuro juntos en todas y cada una de las casitas que hallábamos en el camino.
Recuerdo que paramos en un pueblecito para tomar café y continuar con el camino ya descansados.
Recuerdo que nuestros ojos se dieron un festín de besos en la terraza de aquel bar.
Recuerdo el perfume que estrenaste para la ocasión.
Recuerdo los hoyuelos que te salían al sonreír con cada tontería que soltaba por la boca…
En un banco nos sentamos y te agarré de la mano. Te miré a los ojos y creo que intuías lo que estaba a punto de pasar.
Te tapé los ojos con mi mano izquierda y te besé, mientras con la mano derecha comenzaba a rebuscar algo en mi bolsillo.
Paré, me senté a tu lado y te lo dije… «¿Quieres casarte conmigo?».
Quedaste muda unos segundos y mi corazón bailó arrítmico durante ese tiempo.
Se me hizo tan eterno que, hasta no escuchar el sí, tuve tiempo de contar de nuevo tus antojos en forma de lunar.
Me abrazaste, y cuando te besé, empecé a saborear lágrimas dulces que no logré distinguir si eran tuyas o mías.
Era el día más feliz de nuestras vidas. No cabía duda.
Se sintió en todo momento que queríamos no terminar esa situación nunca, pero teníamos un camino por delante que recorrer.
Cogimos el coche, y pusimos rumbo a nuestro destino…
Antes de arrancar me besaste, y el destino quiso que fuese la última vez.
Maldita y macabra vida, que nos gastó una broma de tan mal gusto que hasta nuestros peores enemigos se apiadarían de nosotros.
Pusimos rumbo a nuestro destino sin saber que un par de kilómetros más adelante se acabarían nuestras vacaciones de ensueño y todas y cada una de las metas que nos habíamos puesto como objetivos que cumplir juntos en la vida.
Sin saber que tu billete era de media ida, y el mío de media ida y vuelta.
Que tú llegaste a otro destino y te llevaste mi alma contigo.
Que yo volví a casa, con tu recuerdo y una cicatriz con la forma de tu inicial…
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