Bolitas color marrón

Bolitas color marrón

Karina León

15/06/2018

Esa noche dejé la ciudad para ir al pueblo nativo de papá, había terminado el semestre; cero compromisos en la universidad y muchos días soleados por delante en aquel lugarcito tropical. La mañana siguiente desperté muy temprano, aún estaba el cielo opaco por la adolescencia de luz, decidí tomar una ducha y practicar algunas posturas que despertaran mis músculos, comenzó a salir el sol, sus rayos eran color naranja que traspasaban un enorme árbol que se veía muy al fondo entre un tanto de vegetación, este paisaje alentó mis ganas de trotar junto al río y llegar a ese enorme árbol. Fui a la recámara a ponerme tenis, y de paso lié un poco de yerba que llevé por si el ocio. El recorrido iba muy bien , encontré un caminito que perecía llevaba justo al inmenso árbol, cuando me acercaba las cosas iban cambiando, el monte estaba por encima de mis hombros y las hojas cortaban mis manos, corrí lo más rápido que pude para salir de ese camino que me estaba dando muchos problemas, por fin llegue a un lugar que era plano totalmente y despejado, con la sorpresa de que justo frente a mi, estaba el árbol que buscaba; exhausta y feliz me senté bajo él, desde ese punto solo alcanzaba ver las tejas de casa, con una gran sonrisa abrí mi bolsita roja donde cargaba la yerba, la encendí y le di unos cuantos besos, después de 15 minutos larguísimos bajé la mirada y vi bolitas color marrón (raras, por cierto), ellas se movían, las pique con un palo y me di cuenta que eran garrapatas, de repente un sonido estruendoso como el de ¡una vaca asquerosa y enorme a lado mío!

Me levanté como si trajese un cohete en el culo, y salí corriendo hacia la izquierda (mala decisión porque de ahí venían las putas bestias, corriendo hacia mi), pensé un momento y alce la vista ¡veía las tejas de mi casa! «No hay pierde, solo correré derecho tomando de referencia las tejas y llegaré a casa», las putas vacas se quedaron atrás, yo seguía corriendo

Hubo un momento en el que paré porque el camino era horrendo, piedras enormes, cañales altísimos, zonas privadas con cerca y plantíos de malanga, lodo, mosquitos, calor de 35 grados; pura mierda. Mi último recurso para tranquilizarme era maldecir el día y por supuesto mis estúpidas decisiones cuando me siento libre, joven y espontánea. Después de dar vueltas en círculo por tres horas, llegué al caminito aquel donde empecé el día hasta llegar de nuevo a casa. Abrí la puerta con desasosiego y me quedé sentada 30 minutos reflexionando la gran estupidez

mi mamá cuenta que llegué con la cara pálida del susto

Yo digo que fue el porro

(Incluso lo de las vacas persiguiéndome)

-pero si todo fue la pachequera ¿qué hacía una garrapata en el centro de mi culo?

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