Así he viajado por un tiempo…

Así he viajado por un tiempo…

«Viajar no es solo recorrer grandes distancias que nos lleven a hermosas playas, o a las más altas montañas, o quizás, al bello edén donde podremos soñar y descansar…»

He tenido un año muy agitado, lleno de aventuras que me permitieron conocer hermosos países europeos, como España, Alemania, Italia y Bélgica; pudiendo también arribar a los países de oriente, donde con celo se guarda la cuna de religiones más antigua de la historia.

Pude abordar los trenes de alta velocidad disfrutando del paisaje enmarcado por suntuosas montañas, bellos mares, ríos espléndidos, lagos de cristalina transparencia, lagunas de brillante azul intenso, bahías y puentes espectaculares, como los que ofrece la ciudad de Brujas, en Bélgica.

He disfrutado de excelente compañía, como son los autores del Club de la Escritura, de quienes he aprendido muchísimo y con quienes comparto el gusto por escribir.

Pude recorrer la gran manzana, donde el glamour y la noche pueden conjugarse en los lugares más inesperados. Y almorcé en la gran estatua, que desde siempre recibe con gusto, a los visitantes, que llegan a su país.

Anduve un rato por México, conociendo su historia y las costumbres de su gente, donde a pesar de las tragedias que les causa la naturaleza, sonríen y te abrazan con gran franqueza.

Y logré tener un espacio amplio para ubicarme en Inglaterra, donde la realeza me mostró sus más grandes secretos, haciéndome entender que no solo los plebeyos tenemos asuntos por resolver.

Me permitió también la aventura arribar al poblado Japón, donde las maravillas tecnológicas, me dejaron sin aliento; pero así mismo, me embargó la tristeza por su aire irrespirable donde a pesar de ser sol naciente, como lo dice su nombre, el astro, ni siquiera puede verse.

Y alcancé a ir más allá… A la mágica Venecia, donde las góndolas son el sueño del amor sin propiedad, pudiendo abordarlas para eventos especiales, o simplemente, para hacer un recorrido, por sus hermosos canales.

Recorrí el mundo, pero no en ochenta días, lo hice en un periodo más amplio, que me permitió respirar el aire fresco del norte y sentir el sol de la cálida península; disfrutando sin parar, las playas de la hermosa Barcelona, las costas de la flamante Italia, la Torre Eiffel de la clásica Francia, las ruinas de la antigua Grecia y sobre todo, adentrarme en los bosques alemanes, de incomparable belleza.

Estuve así mismo en África, considerada por todos cuna de la humanidad, donde nació el homo sapiens, que avanzando y descubriendo, logró llegar hasta la evolución que hoy podemos mostrar.

No crean que olvidé a Rusia, sede del próximo mundial, donde los sueños de todos, quieren hacerse realidad.

Llegué a lugares hermosos, donde es posible olvidar las angustias y las penas, que tantas veces, te hacen llorar.

Al final pude soñar, conocer y volar… Volar con el pensamiento, volar con la imaginación que durante todo este tiempo, fue mi boleto de viaje… El boleto que me permitió alcanzar la libertad que por azares del destino, no podía disfrutar.

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