Eres tan hermosa. Y tus palabras me han conmovido tanto, que me siento avergonzado. No sé si abrazarte y dejarme llevar por el deseo, la lujuria, el instinto animal que me trajo hasta aquí, o marcharme contigo y protegerte como la criatura indefensa en que repentinamente te has convertido. Con tus manos temblorosas y tu voz susurrante, con ese miedo que se vislumbra pero que tratas de disimular, has hecho que mis motivaciones de estar aquí hayan cambiado. Es como si de repente, en un maravilloso día soleado, se desatara la furia de una tormenta que ensombrece el cielo con un velo gris y tenebroso.

¡Eres tan hermosa!

Esa hermosura fue la que hizo que te solicitara subir a mi auto en el boulevard. Pero ahora, mirándote de cerca e imaginándote sin ese maquillaje que te hace ver mayor, ya no son tus caderas redondas y tu cintura estrecha. Ya no es tu pecho provocador moviéndose en insinuante invitación. Ya no es ese cabello que baja en cascada sobre tu espalda, danzando rítmicamente al compás del movimiento lleno de gracia que tienes en tu caminar. Sino que son esos ojos grandes y oscuros que brillan con la inocencia de la niñez. Son esos labios carnosos que antes invitaban al beso apasionado. Y ahora, en su temblor, solo provoca contemplarlos indefinidamente como las obras de arte que son. Es ese rostro angelical con que el creador te adornó magistralmente, luciendo esa piel perfecta que transmite suavidad con solo mirarla. Y que sin embargo, ante el esplendor de la desnudez, revela huellas dejadas por la crueldad. Esa es la hermosura que ahora me permite escucharte y sentir como propia toda tu desgracia.

No podía creer que tuviera tanta suerte. La mujer más bella del boulevard se me acercó y me ofreció compañía. Entre el bullicio del entorno, en medio de ese vendaval de humo y palabrotas, apareciste con tu voz disfrazada de sensualidad, con tu movimiento gracioso que busca provocar. ¡Y yo estoy tan solo! Claro, no quiero justificar con eso mi comportamiento vergonzoso. Ese salir a pasearme por aquel lugar de tanto movimiento, donde se negocian caricias y se venden besos. Donde es común bajar la ventanilla del auto y mirar la calidad del producto antes de tomar una decisión. ¡Qué vergüenza! Pero suelo hacerlo en mis interminables noches de desvelo. Las conozco a todas. Y quisiera decir que es solo de vista, pero no es así.

Sin embargo, a ti nunca te había visto. Quedé hechizado al verte dar esos pasos decididos hacia mi auto. No estaba seguro si estaba despierto o viviendo el más dulce sueño. Esa visión majestuosa de tu figura hermosa frente a mí, me nubló la mente. Y ante aquel ofrecimiento, decidí que bien valía la pena pagar ese alto precio por unas cuantas horas de tu compañía. Estuviste callada durante todo el trayecto. Y también después, cuando caminabas un par de pasos delante de mí, subiendo las escaleras rumbo a la habitación del hotelucho en el que estamos. Con esa cadencia seductora, dejando tras de sí ese aroma cautivador que invita a deslizarse por tus valles y montañas, por tus praderas y volcanes. Te miraba, y ahora me arrepiento de lo que pensaba cuando lo hacía, al contemplar ese cuerpo voluptuoso que aceleraba la sangre dentro de mí…

Pero ahora me cuentas todo esto y me siento avergonzado. Mirándote así vestida, no puedo imaginar que hayas nacido en ese barrio tan miserable y vivido una vida tan dura. Ese padre del cual me cuentas que te golpeaba ha despertado odio en mí, sin conocerle. ¿Cómo se puede maltratar a una criatura tan adorable? ¿Cómo se le puede decir a un ser tan hermoso, que fue un error y una carga? ¿Cómo puede una persona tener un corazón tan miserable de no cumplir con su obligación y bajo los efectos del alcohol echarle la culpa de su desgracia a sus propios hijos? Ni la más salvaje de las bestias actúa así. El instinto le obliga a prodigarle los más tiernos cuidados, sacrificando su bienestar por el de sus crías. El ser humano no debería ser menos. La razón debe impulsarle a desarrollar amor. Un amor que debería desplegar sobre todo en sus hijos. Y por el contrario, cada vez vemos más hijos de la calle desde la más tierna edad, producto de una paternidad ruin e irresponsable. ¡Cuando yo tenga los míos, los voy a amar más que a mi vida…!

Créeme que siento tu dolor y el de tus hermanos, cuando por fin se vieron abandonados por ese padre tan cruel e irresponsable. ¡Cuánto deben haber llorado ante la incertidumbre del porvenir! ¡Cuántas angustias debe haber pasado tu madre ante la dificultad de ofrecer el sustento a sus hijos! No debe ser fácil enfrentarse a un entorno hostil, donde cada quien siempre busca su propia ventaja. Mi vida ha sido sencilla materialmente hablando. Indiferente a las privaciones e injusticias a las que se ven sometidas tantas familias como la tuya. En mi infancia no hubo trabajo obligado como en tu caso. Y en total ignorancia de la miseria que me rodea, yo mismo he cometido injusticias que también me hacen culpable de tantas desgracias, buscando mi propia ventaja.

También comprendo que por ser la mayor de ocho hermanos hayas tenido que interrumpir tu niñez para ayudar a tu madre a salir adelante. Me duele profundamente, eso que me cuentas de la explotación que sufriste a manos de personas inescrupulosas, que simplemente se aprovechan de la necesidad ajena. Una oveja en medio de lobos, no puede esperar a escapar ilesa. Me conmueve mucho, que por la falta de alimentos y medicinas, hayan muerto dos de tus hermanos, resultando inútiles tus esfuerzos y los de tu madre por devolverles la salud. De verdad siento en mi garganta, el sabor amargo de esas lágrimas que ahora recorren tu dulce rostro.

Puedo ver, también, que no ha sido fácil para ti tomar la decisión que has tomado. Ganarse la vida sin tener una preparación académica completa es cada vez más difícil en este mundo tan convulsionado. Sobre todo sin el apoyo de la familia. Y no porque no quieran apoyarte. Sino porque simplemente dependen de ti, desvalidos e indefensos. Me duele profundamente que, a tu corta edad, hayas conocido con creces las injusticias de este mundo malvado. Y del que yo he estado a punto de formar parte… O del que definitivamente he formado parte sin saberlo.

Si, si… te creo cuando me dices que has luchado por ganarte la vida honradamente y que esta es tu primera vez en esta actividad, como recurso desesperado por la situación actual de tu madre. Como te dije, las conozco a todas, y esta es la primera vez que te veo. Es cierto que, al ser tu madre diagnosticada con una enfermedad tan terrible y no tener para el pago de los gastos médicos exige que tengas que hacer un esfuerzo adicional. Y esta ha sido la salida más rápida para enfrentar la situación. Concuerdo en que es mejor que ella no sepa nada de lo que has intentado hacer. Ha sufrido tanto como tú, víctima y victimaria a la vez, como un eslabón más en la cadena de decadencia en la que se encuentra sumida está mal llamada humanidad. Y agregar una confesión así, agravaría aún más su situación. ¡Es aplastante el peso que tienes sobre tus hombros!

¡No, por favor! Quédate con el dinero. Y no te preocupes. Todavía tengo la sangre acelerada. Pero ahora es de rabia contra mí mismo y contra este mundo que te ha hecho tanto daño. Ese mundo indiferente y despiadado que sigue su rumbo desenfrenado sin reparar en quien se lleva por delante.

Yo no soy nadie para juzgarte. Mi comportamiento es tanto, o más reprobable que el tuyo. Porque tú te has visto obligada a sacrificarte generosamente por la gente que más quieres. Yo lo he hecho simplemente para satisfacer mis deseos egoístas. Deseos de placer y compañía. Sin reparar en los sentimientos y necesidades tuyas o de las mujeres que tantas veces he salido a buscar, comprando sus besos y sus caricias. Donde la pobreza ha sido factor determinante para esos encuentros furtivos.

Pero te ruego que no desconfíes de mis palabras. Sé que para alguien que ha sufrido tanto como tú, no es fácil confiar en alguien como yo. Pero quiero ayudarte. Por favor, permíteme hacerlo. No soy un hombre rico. Pero he estado tanto tiempo solo, que mi pobreza ha consistido en el egoísmo… en el egocentrismo… en el egotismo. No permitas tú, que la pobreza material te lleve a una pobreza aun peor: La pobreza moral y espiritual. Deja que, al menos una vez en mi vida, tenga un alma generosa para con un alma que ha sido generosa toda la vida.

Y ahora, por favor, vuelve a vestirte.

¡Oh por Dios, eres tan hermosa…!

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus