Lágrimas rojas caen sobre el frío suelo, barnizado por la plateada escarcha de una mañana de Diciembre. Lágrimas por que surgen del dolor intenso que produce la soledad, y rojas debido al color de la sangre que olvida a quién dio gotas abundantes, casi manantiales, de esa misma sangre por ellos. Frío en la calle, dolor en el alma, hastío de ilusiones, vacío de esperanzas. Ojos que lloran derramando tristeza sobre lo único a lo que pueden llamar mío. Manos ajadas por el paso del tiempo, olvidadas de dar caricias que se abrazan a un cuerpo encogido, errático, encorvado por el peso de la falta de orgullo. Pies que sostienen una mínima sustancia de algo que fue grande al traer nuevas vidas.

En un rincón láminas de cartón usado esperan, pacientes, el regreso de aquel que llora mirando hacia el sur de su vida, para acogerlo y darle un cobijo, insignificante, mientras pasa otro día rumiando recuerdos plasmados en una vieja fotografía que guarda en su raída chaqueta.

Lágrimas rojas caen sobre el frío suelo…

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