NO TODOS LOS CUENTOS SON DE COLOR ROSA

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De los aproximadamente 8 millones de andaluces, formaba parte de ese 33% que estaban en paro, además, no cobraba la ayuda al desempleo porque no había trabajado – la pescadilla que se mordía la cola.

Había estado la mayor parte de su vida parado por ser una persona íntegra que creía en la libertad; nunca había pertenecido a un partido político ni a un sindicato. Para colmo era gitano, un colectivo que mayoritariamente se dedicaba a la venta ambulante legalizada, cuya adjudicación de licencias dependía de los poderes públicos -partidos políticos, en los que había componentes corruptos.

Por fin pudo ver la luz, su situación no era culpa de él, sino de los que mandaban controlando todo a golpe de burocracia.

-La soberanía reside en el pueblo -.No tenía casa, pero tampoco podía vivir en la calle, era su tierra. No obstante, no podía hacerse una casa en el campo, era ilegal. Pensó en hacerse una choza en el bosque, y a pesar de ser tierra pública, también pertenecía al Estado -¿quién es el Estado?, el conjunto de órganos de gobierno de un país soberano -. Vivir en la cueva de una montaña no le estaba permitido porque además de pertenecer al Estado no reunía las condiciones higiénico-sanitarias adecuadas. 

Salió en los medios de comunicación, se comían hasta los fondos para desempleados que llegaban de la Unión Europea. Optó por suicidarse.

Mas antes dejó una carta escrita en la que se leía: “que no llamen gitanería a lo que deberían llamar politicanería”.  

Camarón y Farruquito 

Persecución gitana 

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