Lucía estaba muy contenta y nerviosa a la vez. Llegar hasta allí no fue fácil, el autobús la había dejado demasiado lejos. Tenía que andar por un camino solitario que cuando llueve se hace intransitable, olvidado de todo progreso. Pero ella ser maestra es lo quiere, lo que ama. Por lo tanto no le importa mojarse ni ensuciarse las zapatillas. La escuela de construcción modesta solo hace que luzca más pintoresca  por  la dedicación que ponen los docentes y los chicos, adornando las viejas paredes con dibujos pintados de muchos colores. El patio es de tierra  con varios árboles, lugar  preferido en el recreo para treparse y dar riendas sueltas a sus travesuras. El comedor está continuo a la cocina,  un largo tablón hace de mesa y dos bancos gastados por el transcurso del tiempo. Nada de eso impide que los alumnos tomen la merienda diaria, en la mayoría de ellos único alimento del día. Las puertas de las  aulas tienen salida a un corredor largo de techo de chapa. El que le tocó a Lucía tiene algunas goteras que dejan filtrar curiosos rayitos de sol y lluvia fría en invierno. Para los niños la escuela es el único refugio que tienen por unas horas, para olvidar el desamor el abandono la pobreza que les ha tocado en esta vida. Los conflictos que traen de sus casas lo tienen que lidiar los maestros cada día.—“Aquí hay que hacer de médico, padres y hasta de psicólogo”, le comentó una compañera. La joven se hizo cargo de su clase, donde la cantidad de niños  excedía con creces a lo que un solo maestro puede atender.  Desde el primer día de clases le atrapó la atención un niño, Mateo. Es pequeño de frágil aspecto quizás demasiado para sus siete años. Tiene pecas en su rostro como si le hubieran salpicado de chocolate, el cabello rubio rebelde, enmarañado y unos ojos grises tan bellos como tristes. Es muy callado, casi no juega con sus compañeros, los mayores le suelen molestar, tal vez por eso se queda solo. Sus ropas están muy gastadas, sin cuidado es la desidia que le toca vivir. Lucía sabe que no es tarea fácil ser docente,– “ la pobreza abunda en este lugar”, le había dicho el colectivero, pero a ella no la asustaba.   Aprender es lo de menos, los chicos devoran la merienda con ansiedad, saben que es lo más seguro, al llegar a sus casas no encontraran nada sobre la mesa para la cena. Y cuesta tanto dormirse con hambre!!  Si lo sabrá Mateo, que le cuesta mucho leer y con los números concentrarse. Los preferidos son los dibujos que le pone mucho entusiasmo cuando colorea una luna redonda, gigante sobre un mar azul que él no conoce. Solo sabe que es de ese color porque la señorita ha colgado una lámina, que mira embelesado mientras les relata un bello cuento. Los sueños no se los pueden quitar. Un día Mateo dibujó un ser con alitas. Lucía le preguntó quién era, el respondió que era un ángel que se llamaba igual que ella. Era mitad del año cuando pasó toda la semana sin que el niño fuera a clase.  Decidida a ir hasta donde vive para saber el motivo de su ausencia cuando esa misma mañana aparece el padre con el niño, que tiene los ojos más tristes que nunca. Lucía lo abraza mientras el hombre entre sollozos explica que su madre les ha abandonado, a él y sus tres hermanitos. Ha  dejado dicho en la Dirección del colegio,  que no podrá hacerse cargo de los niños. La maestra está tan angustiada que no puede volver a su clase.   Pasó mucho tiempo que Mateo ya no concurre a la escuela. Fue entregado a un hogar de guarda, ella está desolada le falta sus ojos grises, su ternura. Por las noches se lo imagina y no puede conciliar el sueño, que le falta un abrazo una caricia, todos los días serán igual para él. La vida es injusta siempre se ensaña con los más débiles.  Llegó de nuevo el otoño, las clases y Lucía no ha dejado de hacer junto con su esposo trámites largos, engorrosos. Asistiendo a  reuniones con mucha paciencia, firmar papeles y más papeles. No es algo fácil  está cansada agobiada, pero es algo que está segura quiere hacer. Esa mañana estaba soleada y fría, Lucía se ha levantado muy temprano, no pudo dormir. Antes de partir preguntó  la dirección que le habían dado para no perderse, pero llegó bien con su pequeño auto. Al bajar se quedó mirando la antigua casona donde un grupo de chicos juegan con una pelota. Su corazón late tan fuerte, una sensación de inmensa ternura la embriaga. Hace sonar el timbre y espera. Una monja sale levanta la mano con gesto amable, como diciendo que aguarde.  Espera ansiosa observando los niños, cuando de pronto uno de ellos cruza el patio y corriendo va al encuentro de la maestra. La religiosa que está abriendo la puerta trata de detenerlo, le grita, pero él no la escucha. –“Oye dónde vas, espera, pero qué haces pequeño? ”. El niño sigue corriendo y Lucía siente que es un sueño. Sor Mercedes trata de apurar su paso cansado — ¿ Mateo eres tú?  Qué te pasa hijo ven aquí—Pero el niño casi sin aliento no puede creer que va en busca del cariño del amor, va al encuentro de su ángel !!

escuelas-pobres.jpg

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus