Mi amiga me apartó porque me quería, lo hizo de forma sabia y no egoísta, como quién ama de verdad y comprende el significado en su máxima expresión, como las grandes amantes en la historia ofrecieron a sus amados lo que les fue más necesario, aunque les conllevara la muerte o retorcer sus vidas en el dolor del vacío. Su sacrificio fue aun mayor, al ser consciente de que no podía morir porque carece de esa voluntad y mi ausencia le supondrá una eternidad de dolor.

En ese preciso momento, no supe lo que estaba haciendo por mí y su cuantiosa e indefinible forma de querer, ¡me adoraba! -ahora lo sé.

Fue alegre y atenta conmigo; comprensiva; docta; insistente; dulce y cariñosa; puntual y paciente. Se llamaba Lucía. Pasamos tantos años juntos, toda una juventud que no tendré la oportunidad de repetir. Nos separamos en un común acuerdo de renuncia del uno hacia el otro; mi historia no sé si respondía al amor verdadero, mas no hay duda que al más incondicional y entregado por su parte.

Me resulta raro comprender que su amor sigue a la espera, de un no sé qué, de un imposible que siempre será así porque el control de su voluntad no me dejará de nuevo pasar; siempre por mi bien.

-Debes irte para no volver. Debes olvidar tu amor hacia mí – sentenció dulcemente con formas didácticas una y otra vez llegándome a quebrar el alma; la mejor maestra y compañera.

Días más tarde de emprender mi marcha y tras haberme imbuido en un frenesí turístico por las calles del Casco Histórico , por las fiestas de las “Cruces de Mayo”, la infinidad de colores y fragancias de las flores de los “Patios de Córdoba” y de “Rejas y Balcones” que forzaron a mis dormidos sentidos a despertar, me encontraba visitando la Mezquita-Catedral de Córdoba, había recorrido la mayor parte de ese impresionante crisol milenario de influencias artísticas y arquitectónicas: visigoda, hispano-romana, bizantina, siria, nazarí, mozárabe, califal , mudéjar, gótica, renacentista y barroca que me envolvían en la serenidad de su apacible luz cuando sonó el estruendo del dispositivo móvil colocado en mi oído: -Buenas, ¿es usted Pedro Motos?

– Sí, yo soy, pero, ¿quién llama? -no reconocía aquella voz aunque la modulación formal y seria no me era del todo ajena. Y que a continuación me fue informando de lo ocurrido << en la vivienda de su parcela en las Jaras se ha producido un incendio, todo apunta a que ha sido provocado, hay indicios de que previamente fue asaltada. Señor Motos, debe pasar usted lo antes posible por comisaría para hacer un inventario de las pertenencias de valor que pudiera haber en la vivienda>>. En ese preciso momento, sentí como me se rasgaba el pecho, contrayéndoseme, la respiración entonces, se me tornó ardua y fatigosa sin poder pronunciar palabra ninguna, mi espíritu se contristó comenzando a chorrear mudas lágrimas sobre las baldosas de esa sacra y mística construcción, permaneciendo por unos momentos tan petrificado como las inmóviles columnas en las que se asientan sus dobles arcos. No pude reaccionar y el dolor me invadió acompañado por el remordimiento mientras aquellas palabras volvieron a resonar como yunque golpeado por martillo <<¡señor Motos!, ¿me escucha usted?, ¿sigue ahí? >>. Impasible a cuanto había a mi alrededor, sentí las agrietadas y cuarteadas partes en mi ser. Apagué mi teléfono y me dirigí a toda prisa a comisaría.

Una vez allí, pregunté si habían encontrado a Lucía. Expliqué <<que era una amiga …>>, yo mismo les hice un retrato robot al haber quedadas calcinadas en la casa todas sus pertenencias -el dibujo nunca me supuso una dificultad.

Mi declaración causó un gran revuelo desde las oficinas a los despachos de mandos y jefes, el marcar de botones en los teléfonos fue incesante, sucediéndose las conversaciones con los servicios de emergencia y otros cuerpos de seguridad con la pregunta por parte del comisario y los inspectores -¿Habéis encontrado algún cuerpo? – y ante la negativa, ellos reproducían la misma respuesta -Sí, acaban de confirmar que en la casa vivía una mujer. Creíamos que solo se habitaba en períodos festivos y vacacionales, pero no, el dueño acaba de confirmar … vivía de forma permanente. Si no hay cuerpo está claro que se trata de una desaparición. No, no hay que aventurarse … es posible que se haya ausentado por propia voluntad.

Los dispositivos de alerta y búsqueda de las FF y CC de Seguridad del Estado se pusieron corriendo en marcha, en otras circunstancias no se hubieran activado con tanta inmediatez porque los protocolos de actuación señalan esperar entre 24 y 48 horas desde que se denuncia la desaparición . Sin embargo, en este caso, se combinaban factores de asalto o allanamiento de morada con el incendio intencionado de la misma -no era para andarse con tonterías.

Agentes de diversos cuerpos, comenzaron a rastrear esa zona de Sierra Morena; primero, la Guardia Civil con controles en las carreteras de: Santa María de Trassierra, la de Cerro Muriano, Santo Domingo, la del Brillante y en el resto de las entradas y salidas de Córdoba con el fin de poder interceptar un vehículo sospechoso. Segundo, los municipales por medio de su Policía de Barrio en la Jaras, Trassiera y Muriano patrullando las calles con objeto de dar con la desaparecida; y tercero, la Policía Nacional con agentes e inspectores de paisanos dedicándose a investigar y a preguntar a vecinos con el fin de hallar alguna pista.

Al día siguiente, el caso saltó a la prensa, que publicó el retrato robot de Lucía y se hizo eco de la misteriosa desaparición . Yo estaba libre de sospecha por encontrarme fuera cuando se produjo el incendio; habían comprobado mi coartada, también porque fui quien les comunicó la desaparición de Lucía, además de haberme realizado un seguimiento mediante el GPS de mi móvil.

Esa misma mañana, mis padres acudieron raudos a comisaria a decirles << que Lucía no existía, que se trataba de un software que yo había desarrollado en mi PC desde pequeño con el que podía comunicarme oralmente y dotado de personalidad por medios de complicadísimos algoritmos,y al que con los años fui añadiendo nuevaspartes de hardware: infinidad de discos duros, tarjetas de imagen de última generación, innumerables procesadores avanzados, conexión a Internet por fibra óptica y wifi y, añadido por último, proyectores holográficos con imágenes completamente en 4D en todas las habitaciones además haberlas dotado de ojos por medio de cámaras e implantado un sistema de seguridad informatizado conectado a puertas y ventanas>>.

Cuando el comisario jefe supo de aquello, no se lo pudo creer y montó en cólera, ordenando mi inmediata detención. Me libré por los pelos de ser acusado de presentar denuncia falsa, al entregar mis padres varios informes médicos que certificaban <<que no estaba loco, pero que padecía una especie de adicción con mi creación, siendo completamente consciente de que Lucía no era una persona>>, – en realidad, aunque lo deseara, nunca dije que lo fuese.

Más tarde, supe, que continuaba viva cuando envió a comisaria un vídeo mediante correo electrónico, con las imágenes de los asaltantes pirómanos. Fue ella misma, la que comunicó el incendio -también podía disponer de línea telefónica -. Había conseguido ponerse a salvo guardando una copia de sí misma en la nube.

Cuando los cordobeses se enteraron del follón, no les faltó tiempo para hacer gala de su guasa. En pocos días, prácticamente, todos los coches en la ciudad llevaban un cartel con la imagen de Lucía en capos, puertas o lunas, en el que se podía leer: “SE BUSCA A LUCÍA, SI LA VES CONTACTA CON LA POLICÍA”.

Como comprenderéis, para mí todo ese alboroto carecía de gracia alguna y la incomprensión de la gente únicamente me sumaba dolor. Tuve que encerrarme varios meses en casa de mis padres a fin de evitar burlas y cachondeos.

Al cabo de un año, intenté contactar con Lucía, no lo conseguí. Acabé optando por emprender una nueva vida en los EEUU.

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