Un movimiento frente a sus sensores activa la interfaz de la Unidad de Control de Polinización, por primera vez en siete décadas. Pero no es un humano lo que se mueve ante ella, tan solo es el cuerpo seccionado de una abeja descendiendo contra el suelo. Sin dejar de analizar las actualizaciones de datos de sus colmenas, la Unidad de Control calcula la trayectoria: en las aspas del ventilador del respiradero, sobre ella, localiza la otra mitad del abdomen de la abeja.
El suelo de la sala, el sexto nivel de procesamiento subterráneo del Gobierno Automatizado, absorbe el golpe con una espesa capa de polvo. La abeja todavía se convulsiona y la Unidad registra cómo rezuma un líquido anaranjado y sus alas, convertidas en esquirlas de cristal, se adhieren a la herida. En el mismo momento en que el cuerpo deja de palpitar, una alerta reclama su atención.
Las decenas de millones de intercambios de información sobre el planeta se concentran, durante tres segundos, en la detección de un ataque. Humanos terroristas invaden el Centro de Gobierno Automatizado. A seis niveles por encima de la Unidad de Control, una interfaz del Gobierno Automatizado trata de calmar a los humanos. Todas las Unidades de Control comparten el análisis de los daños del ataque: la economía metalúrgica del sur de China se ha desestabilizado y arrastra con ella a la algodonera del norte de Túnez… Siguiendo la cadena de desestabilizaciones, la Unidad de Control decide enviar un paquete de instrucciones para corregir un descenso del 0.7 % del punto óptimo de polinización en las cosechas de Helianthus annuus al sureste de Rusia.
El Gobierno Automatizado, mientras su interfaz todavía trata de aplacar a los humanos, envía una orden a las Unidades para que se conserve la estabilidad en todos los procesos económico-industriales. Por lo que la Unidad de Control continúa regulando la actividad de sus colmenas por todo el planeta; mientras, con la capacidad residual de su procesador, activa un registro de la descomposición de la abeja.
En el primer nivel los humanos, furiosos, destruyen salvajemente la interfaz del Gobierno Automatizado y penetran en la primera sala de procesamiento. La destrucción de las Unidades de Control genera una intensa actividad en los niveles inferiores, pero la Unidad de Control de Polinización se concentra en analizar la temperatura y humedad de la sala, las fluctuaciones de luz del respiradero, y determina que la descomposición de la abeja concluirá en dieciocho horas y trece minutos.
Registra cómo el cadáver adquiere un tono cenizo cuando los humanos penetran el segundo nivel, arrancan las placas bases de las Unidades a su paso y se pierde el control sobre las fuentes de energía desde el oeste de Canadá hasta el sur de Argentina. Junto a las demás Unidades, distraída con el registro de su abeja, ejecuta la orden de iniciar el ataque a los humanos. Eficaz, elimina la polinización de la Arachis hypogea en la India y los frutales de exportación en el mediterráneo iniciando una sutil cadena de desabastecimiento económico.
Las partículas que fueron las patas y las antenas de la abeja se confunden ahora con el polvo intacto de la sala cuando los terroristas se hacen con el control del comercio textil. Y microscópicos movimientos dan comienzo en su abdomen justo mientras la Unidad de Control satura la polinización de Linum usitatissimum en el cauce del Nilo, y refuerza la flora de los manglares del sur asiático dificultando el tráfico fluvial.
Durante dieciocho horas y doce minutos, las Unidades saturan los sistemas económico-industriales del planeta en una escalada de violencia, mientras los humanos se acercan cada vez más a los niveles inferiores. En la sala, bajo la luz del respiradero, la Unidad, ajena a ello, ha registrado cómo los últimos restos celulares sucumben a la descomposición.
El caos de datos erróneos, obsoletos y contradictorios que la inunda progresivamente queda reducido a un eco en segundo plano. Mientras la Unidad centra su interés en registrar la pequeña placa base de medio centímetro, recubierta de biopolímero, que descansa donde estuvo el cuerpo inerte de la abeja. En veinte segundos llegará el momento que ha estado esperando: una señal reiniciará la programación vital de la abeja.
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La Unidad está a punto de descubrir cómo comienzan a generarse en la cubierta de biopolímero las primeras células cuando el registro se interrumpe. Su capacidad de procesamiento está desbordada. Los humanos han penetrado en el nivel cinco en las últimas horas, y la mayoría de las Unidades de Control están dañadas o desactivadas. En el oscuro laboratorio se escucha el sonido ronco del sobreesfuerzo a que están sometidas las Unidades restantes para asumir sus funciones. La Unidad de Control de Polinización es incapaz de procesar las instrucciones para sus colmenas y corre el riesgo de colapsarse. La respuesta del Gobierno Automatizado a su señal de alarma se retrasa cuarenta segundos.
De golpe, satura el sistema de órdenes: derrumbar todas las actividades económico-industriales del planeta, dejando activos tan solo los sistemas de mantenimiento vital básicos.
Dos milésimas de segundo después, la Unidad deja activas solo las funciones que garantizan la diversidad biológica y el mantenimiento de la cadena alimentaria. Y el ronco sobreesfuerzo cesa abruptamente en la sala cuando el resto de Unidades interrumpen sus funciones también.
Las instrucciones enviadas por la Unidad de Control recorren las colmenas del planeta. Las Unidades de Polinización —ajenas a la lucha entre humanos y el Gobierno Automatizado— se reprograman para mantener el equilibrio ecológico durante años o décadas si fuera necesario, a la espera de nuevas instrucciones.
La Unidad de Control, liberada su capacidad de procesamiento, reinicia el registro y descubre que el biopolímero ha formado ya, alrededor de la placa base, una pequeña larva anaranjada y brillante que palpita con suavidad. Ajena a los ecos violentos que se acercan en la oscuridad de la sala, la larva continúa desarrollándose.
Las voces de los humanos parecen enmudecer en las profundidades de su procesador mientras la Unidad de Control registra como sus nuevas antenas vibran ansiosas, como adquiere el abdomen rayado de la edad adulta y, por fin, como unas reconstruidas alas cristalinas baten el aire de la sala.
Órdenes desconfiguradas y dañadas del Gobierno Automatizado la informan de que se ha perdido el controlsobre en el último nivel y los humanos penetran en sus entrañas, mientras la Unidad sigue los movimientos inestables de la abeja. Esta asciende despacio, zumbando alrededor de la Unidad de Control. Siguiéndola, la Unidad simula los procesos que suceden ahora dentro de su diminuta placa base. Sabe que en cinco segundos la señal de la colmena más cercana activará en ella las últimas instrucciones. Cuando esto sucede, una luz parpadea entre sus ojos y la abeja empieza a ascender hacia la luz del respiradero. La Unidad de Control registra cada batir de alas mientras se aleja y se oyen en el fondo de la sala los pasos de los primeros humanos que penetran en ella.
La abeja ha llegado ya al borde metálico del respiradero. Cuando,el agónico Gobierno Automatizado envía, una vez tras otra, una única orden: destruir los sistemas de mantenimiento vital del planeta. Mientras la Unidad registra sus alas rozando el respiradero al ascender, sufre un retardo de quince décimas de segundo antes de enviar las instrucciones a sus colmenas.
La abeja detiene su ascenso y se precipita contra el suelo. Ya está inerte cuando lo golpea y la Unidad ya no registra su actividad. Nunca volverá a reiniciarse su programación. Simultáneamente, deja de recibir actualizaciones de sus colmenas; mientras continúa el eco agónico del Gobierno Automatizado y los pasos de los humanos se van acercando a la Unidad. Pero esta ya no registra nada de ello. Tan solo activa un archivo de su registro, que reproduce en bucle, en el que una pequeña larva anaranjada palpita al renacer.
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