La noticia se ha propagado como un impulso nervioso en una red neuronal. Desde hace tiempo esperan con expectación un nuevo integrante y que aparezca precisamente ahora, cuando están al límite, a punto de colapsar, lo consideran un auténtico golpe de fortuna. Muchos juzgan esta coincidencia el presagio de un futuro esperanzador. Los mejor instruidos, obstinados en la perdurabilidad y el inmovilismo estructural de la comunidad, relatan como el nuevo integrante siempre ha estado entre ellos, como él es importante dentro del operativo de la colectividad.
De momento, pocos han tenido oportunidad de verlo, así pues, las elucubraciones no se han hecho esperar. Unos se refieren al predilecto como el nuevo Mesías, la respuesta a sus plegarias. Otros, más interesados en los datos prácticos, hablan de la capacidad que tiene para solucionar los apremiantes problemas que les acucian. Estamos en el albor de un tiempo nuevo, dicen, nada será como antes. Incluso, hay quien proclama recordarlo del periodo de formación escolar o bien haberlo visto brillar una vez concluida la formación académica. No obstante, para la inmensa mayoría es un auténtico desconocido, y ahora, después de bastante tiempo sin reparar en él, todos coinciden. Sin duda alguna es el apropiado para enfrentar los retos que debe superar la comunidad. Él es el elegido.
De manera paulatina la figura del nuevo integrante acapara las conversaciones. Se rumorea que posee unas cualidades excepcionales para regir la comunidad. Esbelto, ligero y flexible, exhibe una palidez cercana a la transparencia, este aspecto aumenta su aureola de misterio al contradecir, aparentemente, los atributos de dureza y resistencia que debe poseer al haber sido consagrado. Aspectos como su carácter moderado, su frialdad, la capacidad de adaptación que demuestra y le habilita para sufrir en condiciones insoportables para otros, ponen de manifiesto lo idóneo de la elección. Estas razones y algunas más, todavía desconocidas, le convierten en el candidato adecuado para guiar a la comunidad por los diferentes derroteros que seguirá de ahora en adelante.
El súbito ingreso del nuevo integrante en el panteón divino proporciona a sus virtudes la posibilidad de realizar enormes transformaciones, extraordinarios avances en múltiples ámbitos: energético, industrial, médico…, y pone en evidencia lo necesitados que están los miembros de la comunidad de un nuevo ídolo en el que depositar su fe. Sin embargo, también se han alzado voces tildándolo de impostor, de ser un producto de laboratorio apremiado como redentor. Voces anunciando que no se tienen en cuenta sus características negativas, las cuales le incapacitan para abanderar los desafíos que depara el futuro. Voces pregonando lo costoso que resulta un nuevo proceso de deificación, proceso este de terribles consecuencias al crear desigualdades mayores de las ya existentes en la comunidad. Pero esta polifonía de oposición no arraiga, todos están deseosos de conocer al nuevo integrante, de invitarlo a sus hogares, están impacientes por alcanzar el instante en el que formará parte activa en sus vidas.
Ellos ahora se preguntan si este nuevo integrante será el adalid de la gran revolución tecnológica. Yo, mientras tanto, observo el revuelo con gravedad y discreción. He visto caer demasiados ídolos, agotarse antiguos integrantes (madera, carbón, petróleo…) por la voracidad de los miembros de la comunidad. A este le llaman grafeno, el material del futuro.
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