4 de agosto de 1989

Querida Bea,

Te escribo desde Cometas. Ayer estuve sentado bajo la sombra del castaño y debo decir que lo imaginaba más frondoso e imponente; la verdad es que fue una desilusión. De todos modos no te culpo, suelo generar inútiles expectativas en todo lo que emprendo.

Hoy por la mañana me largué a caminar cerro arriba y mientras imaginaba tu infancia por estos senderos, se me atragantó una pregunta que no supe contestar, ¿por qué esperaste tanto tiempo? Pero no te asustes, pronto resolví no subirme al palo enjabonado del juzgamiento y he preferido acompañarte.

Ya está hecho, amiga, puedes tacharlo de la lista.

Ahora, rebrota.

Tuyo siempre, San

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