Querida abuela,

Te pienso. Y te escribo. Aunque ya no me puedas leer. Confío que la voz de tío Julio dará vida a mis palabras y ellas te acercarán un poquito más a mi.

Estoy lejos y te echo tanto de menos que a menudo me sorprende que mi cerebro, ocupado en añorarte, no se haya olvidado aún de respirar.

Hará ya una década que la inmensidad de este océano oscuro nos separa. Ese mismo océano que tu me enseñaste a amar.

Un sentimiento agridulce me invade al contemplarlo.

Su vastedad me frustra, recordándome la insignificancia de mi existencia, cuyo destino está en manos ajenas, crueles, que me retienen aquí, lejos de ti.

La visión del mar me entristece, pero su olor me recuerda nuestras comidas, su brisa tus caricias, su sonido tu respiración.

A menudo me refugio en esas sensaciones, que provocan en mi rostro una sonrisa que nunca invito a quedarse.

No sé cuando podré volver.

Espero que no sea demasiado tarde.

Sueño con llegar. Pero abuela, si no estás allí para recibirme, prefiero ahogarme en el camino y quedarme para siempre en nuestro mar.

Te pienso, te extraño, te quiero.

Lucía.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS