Querida prima, encontré estas palabras escritas a mano en un sobre prolijamente guardado por un integrante de nuestra familia y quería compartirlo con vos. Espero te alivie el dolor que se, estas pasando. Te quiero por siempre,

Antonia.

Sus mano se entrelazaron en la arcilla fría; de esa unión surgió un cuenco, símbolo de unidad y amor. Un recipiente de entrega y calidez del cual beberían y comerían sus hijos y nietos. Tierra colorada y húmeda convertida en consagración. Durante años la conservaron como emblema de su amor. El paso del tiempo y el desgaste hizo lo suyo. Recordaron el cuenco. La arcilla volvió a ser polvo y un nuevo cuenco nació.

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