Anverso:

Fue en este parque.

Fue en ese banco.

Teníamos quince años.

¿Te acuerdas?

Reverso:

Quedé contigo. Recuerdo los nervios con los que te esperaba. Llegaste tarde. Para tensionarme más.

Nos sentamos juntos. Mirándonos. Pero no con los ojos, esos ya estaban saturados. Con las tripas.

Y ocurrió.

Nunca he vuelto a sentir el latigazo que atravesó mi columna en aquel momento.

En ocasiones pienso que hay cosas que, aunque nos gusten mucho, no deberían ocurrir nunca. Porque luego nos pasamos la vida intentando repetirlas. Y esas historias, las que de verdad nos impactan, nunca suceden dos veces. O a lo mejor deben llegar para demostrarnos que somos capaces de sentir con esa intensidad.

No lo sé.

A veces odio ese recuerdo. Otras, sin embargo, creo que nací para vivirlo.

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