Querida mamá.

¿Recuerdas mis lágrimas?
¿Cuando me abrazabas para llorar conmigo?
Aunque haya pasado tanto tiempo, recuerdo cuando me llevaste hasta el tren a escondidas de papá. Aquel tren que tomé hacia la libertad. Tal vez papá no haya podido perdonarme todo el sufrimiento que le causé. Dile que yo sí que le perdoné lo que sufrí por su desprecio. Dile que sé que se avergonzaba de mí, porque no era como los otros niños. Dile que siempre eché de menos alguna muestra suya de afecto; que sé que me odiaba por preferir las muñecas a los balones, pero dile también que siempre lo quise y lo querré, a pesar de todo. Me gustaría volver a veros, ahora que logré lo que tanto deseaba: sentirme libre. Me deshice del cuerpo que atenazaba mi mente, para poder mostrarme a los demás como siempre fui.
Ahora, por fin soy yo.
Os quiere… Susana.

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