Imprimí el plano en seis folios que uní con cinta adhesiva y sumo cuidado para que el agua del Támesis no se desbordara y anegara London Eye o el Parlamento. Con bolígrafo rojo marqué lo que no nos podíamos perder. Todo atado y bien atado. Nunca imaginé que mis lágrimas, como un tsunami, inundarían una ciudad tan grande. Parecía que se había librado allí la más cruenta guerra por culpa de la tinta púrpura. Mientras miraba mi obra emborronada, me confesaste que ya no me querías.

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