Este viaje no lo planeé, se dio de golpe, inesperadamente. Creo tener todo lo que necesito, aunque no conozco bien el destino. Llevo poca ropa, apenas lo puesto, ¿para qué más? El celular lo dejo, de allá no voy a poder llamar a nadie. No me despedí, no hizo falta. No tengo ansiedad ni miedo, de hecho, estoy tranquilo. Ah, y tengo la moneda de plata, hermosa y brillante. No quiero que Caronte me deje tirado en alguna de las orillas del Aqueronte, condenado a esperar su misericordia por siglos.

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