El mensaje era claro. Mi patria me necesitaba. Padre bebió vozka, insultó a Molotov y arrancó la radio. Ignoré su mirada siberiana y preparé el macuto. Gritos, cristales, golpes en la puerta. ¿Temes mi muerte o mi gloria? Cogí lo primero que vi. ¿Qué necesitaba un adolescente para luchar contra los nazis? ¿Mudas? ¿libros? Vacié el saco. Lo llené de vozka y tushonka. Él, ebrio, intentaba levantarse. Al salir del zulo comunal lo miré. Roncaba. Me fui. Y caminé hacia el hielo congelando el estío.

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