¡Vaya fiesta! Habíamos quedado para comer, ya es de noche y casi no recuerdo nada. ¿Qué hora es? ¡Mierda!, mi móvil está sin batería… ¡Espera!, probaré una cosa, ahí hay una cabina de teléfono. ¡Sí!, ¡funciona!, al descolgar el auricular te muestra la hora en la pantalla: la 1:04 del 4 de abril.

¡Ay! Malditos duendecillos que te roban las horas, como estoy en Londres debería referirme a ellos como goblins; en Londres y en el jodido North Acton, a casi veinte kilómetros de casa. El metro está cerrado, debería buscar un bus nocturno, ¿tengo la tarjeta de transporte? Sí, caducada, ¿tengo dinero? Cartera vacía, pero al menos no he perdido la documentación, ¿llaves de casa? Sí, ¿tabaco? Sí, cuatro cigarros, ¿fuego? Sí, una caja de cerillas blanca con una dirección de Highgate debajo de un símbolo formado por tres triángulos entrelazados. No me puedo quejar.

¿Qué hago? ¿Cojo un taxi y le digo que le pagaré en casa? ¡Joder!, no puedo permitírmelo, ¿autoestop? Nadie me va a recoger salvo un psicópata o un traficante de órganos, ¿llamo a alguien para que me recoja? ¿A quién? ¿Cómo? ¡Resignación!, hace una buena noche y creo que mañana no tengo nada que hacer. Andaré. Es fácil, un pie primero y luego el otro, sólo tengo que seguir las paradas de bus hasta el centro, desde ahí cruzar por el puente de Vauxhall y ¡casi estaré en casa! Hay que racionar el tabaco, eso sí.

Primera parada y primer cigarro tras casi dos horas andando. Estoy en un banco de Hyde Park, al lado de la estatua de una cabeza de caballo bebiendo. Londres es extraño de noche, parece una ciudad distinta, completamente muerta. No he visto a nadie, apenas me he cruzado con algunos coches y luego está lo del perro; en pleno parque ha aparecido ese perro blanco debajo de una farola, creo que era un cachorro de Golden Retriever, blanco como la nieve. ¡Qué simpático! Se me ha acercado, me ha olido, quería mimos, lo he acariciado, hemos estado jugando un rato, pero parecía que quisiera que le siguiera a alguna parte, me llevaba hacia el norte, hacia un campo de amapolas. Me he asustado, le he dejado y he ido hacia otra dirección. El cigarro se acaba, debo seguir. Comienzo a sentirme cansado y me están doliendo las articulaciones, debo estar volviéndome viejo

Segundo descanso, esta vez apoyado en un bonito Ford Cardinal MK negro, fumando antes de cruzar el puente. He pasado delante de Buckingham Palace, no se que habría pasado, pero las banderas estaban a media asta. Se lo he preguntado a un repartidor cerca de Victoria, la primera persona con la que me he cruzado en lo que va de noche, debía ser de una farmacia por el símbolo del caduceo en la furgoneta. Me ha mirado y se ha reído. Me ha preguntado si me había perdido y se ha ofrecido a llevarme. Le he dicho que no, quizás soy un desconfiado, pero no me ha gustado el modo en que me ha mirado y se ha reido, parecía querer jugar conmigo a algo que no me iba a gustar. Además llevaba unas pintas muy extrañas: zapatillas crocs blancas, uniforme blanco de lechero con la camisa desabrochada y el pecho al aire, gafas de sol y una gorra de Bentley también blanca. Me arrepiento un poco de haberle dicho que no, me siento todavía más cansado y me están doliendo mucho las piernas y la espalda.

Tercer cigarro, me duele todo el cuerpo, parece que me hayan dado una paliza y me cuesta mucho moverme. Para colmo, ¡me he perdido!, ¡joder!, he estado andando hacia el norte en lugar de hacia el sur. Ahora estoy en Leicester Square, sentado en una mecedora vieja que alguien ha tirado a la basura y acabo de encontrarme con la chica más rara que os podéis imaginar, teníais que verla: pálida como un muerto, flaca, pantalones de cuero, camiseta de tirantes negra, una espiral pintada debajo de un ojo, un colgante plateado con un símbolo egipcio y un paraguas. Le he preguntado la hora como excusa para pedirle dinero para el bus y ¡me ha sacado un puto reloj de sol! Lo ha mirado y me ha dicho que eran las cuatro, que era muy tarde y que tenía que ir con ella antes de que amaneciera. ¡La jodida loca! Habría salido corriendo si no estuviera tan cansado. ¡En esta ciudad de noche sólo hay locos!

Cuarta pausa y casi no me puedo mover, me siento como si me hubiera atropellado un coche. Por si fuera poco, cada vez me pasan cosas más raras; he conseguido llegar al puente de Waterloo y he comenzado a cruzar, el Támesis apestaba, parecía agua estancada, cuando había conseguido llegar a mitad del puente ha sonado una campana que casi me deja sordo, ¡tiene que haber despertado a la mitad del puto Londres! Hasta me he tropezado del susto y se me han caído las llaves. Cuando he ido a por ellas ¡se las ha llevado un cuervo! ¡Un maldito cuervo a salido volando con mis llaves! Si hasta parecía haberme mirado a los ojos antes de salir volando, como burlándose de mí. Tengo que descansar un poco. Estoy apoyado en el borde del puente, esperando al amanecer, igual entonces alguien me podrá ayudar. Se ha consumido mi último cigarro. Sin embargo, la cerilla que he usado para encenderlo sigue ardiendo…

¡Vaya fiesta! Habíamos quedado para comer, ya es de noche y casi no recuerdo nada. ¿Qué hora es? ¡Mierda!, mi móvil está sin batería… ¡Espera!, probaré una cosa, ahí hay una cabina de teléfono. ¡Sí!, ¡funciona!, al descolgar el auricular te muestra la hora en la pantalla: la 1:04 del 4 de abril…

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