¿No crees que las ventanas deberían mostrar solo cosas interesantes? A mi desde luego me lo parece, mejor dicho, me lo parecía.
Desde hace varias semanas me siento acompañado: el piso de enfrente se está habitando. Había perdido la costumbre de observar. Desde hace meses mi ventana me presentaba solo los tejados de alrededor y un poco de cielo. Vale, es placentero pero ni siquiera veo la calle. (Necesito mirar a la gente para decidir que cojones ponerme) ¡No me mires así! Sí, me encanta observar a los demás.
La televisión es una mierda. Un pozo de necedades. No pierdo mucho el tiempo. Tengo un video Beta que me regaló un amigo. Algunas veces ruedo fuera de mi piso, bajo a la calle y alquilo una película en el videoclub de la esquina. Es un ejercicio de valentía eso de ir a ciegas con la elección de la ropa aunque suelo acertar. Juego con ventaja: tengo la mitad de posibilidades de equivocarme que tú, la falta de piernas elimina la mitad de la ropa. ¿A que ahora te doy más pena?, ¡eres un mamón!. Te lo voy a poner más fácil: también me encanta leer. Al otro lado del piso, junto al recibidor, tengo otra ventana, la de mi estantería, donde descasan mis libros. Es una atalaya maravillosa a miles de mundos, pero tengo un problema, pasado un rato la vista se cansa, comienza un dolor agudo en la frente y tengo que dejar de leer.
Joder me encanta mirar y más si lo que veo es una rubia preciosa que está la mar de buena. Rubia, alta y musculosa. ¿Te he dicho que es rubia? Solo tiene una pega: tiene fontanero. Sí, fontanero, me refiero al novio o al marido o lo que cojones sea, un yuppie de mierda. Lo sé porque todas las mañanas de estas últimas dos semanas ha salido de casa impoluto, con trajes de todos los colores, combinados con otras tantas camisas y corbatas, en consonancia arlequinada, o lisa o de rayas, con gemelos en los puños, tirantes y una mochila al hombro. No vuelve hasta la noche. Con una rubia como está yo me despediría del trabajo y estaría follándomela todo el santo día. Le dejaría el coño en sangre viva. ¿No serás un yuppie, verdad? Sí, quiero ser su fontanero, mejor dicho su medio fontanero.
Seguro que es entrenadora o trabaja en un gimnasio. Todas las mañanas sale a correr, me imagino que al parque dos manzanas abajo, vuelve y se ducha. Sale con ropa deportiva y una mochila para volver a comer. A la tarde se vuelve a marchar pero llega antes que el fontanero. Se encarga de todo, una mujer de armas tomar, seguro. Yo no la abandonaría todo el día.
Mi padre me decía que las primeras impresiones son las que siempre perduran. Bueno realmente ahora sé que lo dice todo el mundo, es así. Me parecen demasiado perfectos, la rubia y el yuppie. Como si los hubieran hecho en un laboratorio. Échame un poco de guapo, de músculo, unos gramos de testosterona. Como si estuvieran proyectando una película de Sharon Stone o Demi Moore con sus respectivos fontaneros. ¿Adivinas con cual me quedaría de las dos? Lo mejor de la película fue el final: follaron como jabatos. Todo esto paso ayer, estaban viendo la televisión, como suele ocurrir yo tengo razón, echarían algún programa aburrido y se entregaron. He tenido que apartarme. Sí, puedo ser un enfermo pero no soy un puto enfermo.
Por fin han desembalado las cajas, me imagino que al ser fin de semana habrían dejado esta tarea para hoy. Han desembalado cientos de utensilios, entre ellos uno especial: un cuadro del perfil de Hitchcock (ya sabes el que son cuatro trazos a pluma). Siempre me han llamado la atención las cajas, como pueden entrar tantas cosas tan importantes y tan poco importantes a la vez en un espacio tan reducido y ocupar tanto. Me ha venido a la mente la idea de la caja de pandora, ya sabes, esa de la que salen todos los males de la humanidad. Y lo curioso es que como si de una premonición se tratará: han discutido.
Estoy observando a la chica, llora en el salón. Él se ha marchado pese a ser casi de noche, airado, ¡puto fontanero yuppie! Ella se hace pequeña sobre el sofá, parece esconderse entre sus rendijas, mejor dicho, se camufla en el sofá. Iría corriendo a llamar a su puerta para abrazarla. (Mierda siempre se me olvida que no tengo piernas) La amo sin conocerla, ¿no te ha pasado nunca que hayas amado a alguien sin necesidad de conocer o intimar con esa persona?, a mí me pasa algunas veces, incluso solo con un gesto, ¿soy tan raro?
¡Mierda! El yuppie acaba de volver, ha encendido las luces al entrar. Siguen discutiendo. ¿Ha bebido? Ambos alzan los brazos como leones. Están de pie en el centro del salón, frente a frente, como dos bestias, girando una sobre la otra, gritan. Él se ha retirado hacia atrás hasta una cómoda de la que solo veo un trozo, ¡que cojones! Ha levantado una lámpara, o una estatuilla, ¿está loco el puto yuppie? Hay un cuerpo tirado en el suelo, mi estómago se ha girado, he tenido que vomitar hacia un lado y he empujado mi silla hacia atrás. No puedo describir este momento, estoy enfadado, acojonado, tengo náuseas y ganas de llorar, ¿es esto un shock? Debo serenarme, ¿llamo a la policía? A ver, no les conozco de nada, será mejor que mire, ¡esto parece una puta broma de mal gusto!
La penumbra rodea el piso, está solo iluminado por la leve luz que proyectan las farolas. No veo el cuerpo y sin embargo al fondo parece tintinear una leve luz roja oculta detrás de una cortina de humo plateado, al disiparse aparecen dos ojos que me observan. Él sabe que lo he visto todo.
FIN
Gainsborough Studios, 1 Poole Street, London
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