Memorias de un(a) persona(je)

Memorias de un(a) persona(je)

Llevo fumando ocho cigarros y cuatro tazas de café cargado, pienso que tal vez, con el daño a los pulmones y lo amargo del café, terminaré por creer que en aquel cuento donde existe un mal o un bien, una telenovela donde al bueno siempre le va bien. No paro de quejarme de esta efímera existencia, que además de fugaz, no tiene para nada una pisca de sentido. Me siento mal, por su puesto, pero, no lo es todo, el problema, es que actualmente, no tiene sentido. En mi mente, pienso en lo correcto que debe ser el camino, nada de esto y de aquello es cierto, solo son cuentos, como este relato que está sujeto a la mentira, al enfoque de cierto autor que tiene fantasías, fantasmas que le atormentan por la noche y que lo obligan a fumar y a beber café. No sé, pero les juro que no pasa esto, aquello tal vez, un poco de eso, ya sé, pero ocurre que mi memoria se escurre y divaga en una lengua muerta, escribo en letras que tal vez existen, no aseguro la veracidad de mis pensamientos porque dudo de lo que veo y lo que siento.

Vi que, la tarde de ayer, acompañé a mi hermana a comer, ella tan feliz, tan envidiable la capacidad de ser feliz con tan poco. Pensaba en un premio que se ganó gracias al cuento que semanas atrás le escribí con mucho cariño. Yo pensando en la muerte, como un tonto deprimido queriendo tenerte, una mujer bastante lejos, que se transforman en tres. En la vida es imposible que solo una mujer tenga todas las virtudes juntas, por eso va repartiendo cada una en una mujer distinta, mi trabajo, entonces, es de vez en cuando, buscarlas y descubrir esa virtud que no tiene la otra, pero por desgracia, me sucede lo del primer párrafo. Y me encuentro, otra vez, en este segundo.

Es así, como mi vida, pareciera ser la protagonista de un autor fetichista que busca, entre sus experimentos más raros, hacerme sufrir, ese autor, puede ser Dios, pero eso sería subirle el ego al escritor (En caso de que de verdad fuera un personaje). Pero bien, si soy un personaje ¿cómo es que tengo la habilidad para generar juegos del pensamiento que solo un individuo con una mentalidad compleja (como lo son todos), tenga dicha libertad?

Solo me gusta pensar y fumar y beber mucho café, es lo único que me queda, me gustaría contar una historia interesante, sincera, pero es absurdo porque ya nada parece interesante, y cualquier cosa está sujeta a la mentira.

Tengo dieciochos años, eso es bastante obvio, porque si me miran muy fijamente, podrán observar miedo, pero también rabia y ganas de comerme el mundo a puños, más de lo que me cabría en la boca. Ustedes ven en mí una parte que yo quiero que miren de mí, creo que es imposible que alguna vez alguien llegue a conocer del todo a una persona.

No soy un personaje, soy una persona que quiere vivir una historia digna de ser contada, pero nadie se atreve a hacerlo porque nadie quiere contar la historia de una persona promedio que vaga por la calle esperando que le llegue un momento que le haga pensar: “vaya, después de todo, si vale la pena retardar la muerte”. Pero dan las siete, las diez, la una de la noche y me toca regresar a las tres de la madrugada con la excusa de dormir en un lugar cómodo y beber café para fumar y dormir y despertarme otra vez a las tres de la tarde. El truco, es juntarte con alguien igual de liquida que tú para que forme un fluido que les permita a los dos divagar por la realidad. Así es como nos volvemos líquidos. Actuando por actuar, pensando sin la intención de pensar algo con provecho.

Se llama Fernanda. Me dijo por ahí, no recuerdo que día, que se recostaba sobre su azotea y pensaba si era capaz de dejar su mente en blanco. Dejar de escuchar el ruido de los automóviles, dejar de pensar en las tareas, en la escuela, en los deberes, en el dinero y se preguntó por qué es necesario contar con dichas cosas, porque si no las tenemos, no podemos vivir. “Vivimos en una sociedad bastante artificial” me dije cuando se marchó, cuando se aventó por la azotea dos semanas después. Ella tenía la virtud de fumar y besar con el humo en los pulmones, besos largos, de quince segundos, la virtud de querer sin necesitar, pareciera como si fuera una coladera y todos los sucesos fueran aire que la atravesaban, y yo fui de lo poco que se retuvo ahí por un rato. Que se subió a su barco que nunca se dirigió a ningún lado porque era un barco de agua, nos volvimos delfines, pero fue el humano quien nos encarceló en parques acuáticos, en la civilización.

Después Luisa, que es la misma, pero con otra virtud, la de ser cariñosa, la de tener los besos más dulces que haya probado. La de abrazar con la sinceridad más pura que haya sentido. Una miraba casi tierna, unas manos suaves y cálidas que invitan a posar mi mano sobre la suya, como un sapito, una canción de cuna, nuestras manos se mesen de un lado para otro.

Soy una persona, estoy en un mundo real.

De Luisa Fernanda, solo me queda Luisa, de mi hermana, el concepto, el cuidarla, el tenerla aquí a mi lado, el quererla o al menos tratar de hacerlo. De mí, me quedan las palabras, esto que dejé aquí escrito, porque soy una persona.

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“Me aviento hacia los suelos y veo pasar mi vida por un minuto, pero no pasa nada, lo olvidé todo. Me detengo contra el suelo y se derrama la tinta, las gotitas se escurren por la hoja, salpican al pavimento y todas las letras se desvanecen.”

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