Cuando vio la convocatoria, lo comentó con su hijo y coincidieron en que ella tendría que buscar mucha información. Definitivamente no le daba el tiempo. Y no le daba el tiempo para ese desafío. Pero estimulada con la conversación, se despertó en ella la curiosidad sobre qué tema se podría encarar que pudiera tener carácter de relato filosófico. Su hijo le recomendó unos cuántos textos para que se informara y pudiera crear el relato. Pero el problema era el tiempo. La consideración del tiempo podría llegar a formar parte de un relato filosófico? Por que…tener tiempo para, dedicar tiempo a…, le faltó tiempo, perdió tiempo. Todas estas reflexiones se hicieron. Y siguieron buscando esa conexión que los acercara a la propuesta. El tiempo en la vida de las personas es muy importante; para trabajar, para dormir, para soñar, para vivir. Y aquí entonces recordaron lo que dijo el abuelo: «lindo haberlo vivido para poderlo contar». Con esa frase cerraba su relato de la vida que llevó de niño, trabajando junto a su madre en las estancias del departamento. Ella era cocinera; él, «el gurí» de los mandados, cuando con vintenes compraba algo de pan, dulce de membrillo y yerba para el mate. Se trabajaba de sol a sol, comían el charque, y las sandías calientes recién recogidas de la quinta. Esa vida de descendiente de una hija de inmigrantes italianos,estaba llena de historias, dolorosas la mayoría de ellas. Fue la escuela de la vida que le tocó. Recordar esos días difíciles de su infancia y juventud lo hacían repetir frases como esa: «yo lo viví y lo puedo contar». Vida, o ser, o realizarse como ser humano, conviviendo con una familia que se formó de italiano y criolla que no bajaba de los veinte y pico de integrantes, dejó huellas, en el alma de una madre que muy joven conoció la amargura de parir hijos en una tierra que la señalaba, y en un hijo que tuvo que pelear por seguir en este mundo, en esta selva que a cada paso lo desgarraba para tirarlo y vencerlo. Y así se hace hombre, y así aparecen otras sombras que empañarían su vida. Nuevos dolores, por sus hijos, por vida de su vida.Y entonces aparece la otra cara de la carta, la muerte. Vida y muerte que marchan paralelas.Todo iba muy bien. Él trabajaba, cuidaba su familia. Sus manos sabían de eso,de trabajo rudo. Era su único capital. Por sí o por no, llegaron los problemas, y el orgullo pudo más. Tal vez un poco de esa sangre italiana que heredó de su madre lo cegó, le hirvió la sangre, y cuando tomó el arma entre aquellas manos gruesas del trabajo, no pensaba, la ira no lo dejaba ver. así que calzó el revólver en la cintura, salió de la habitación, respiró profundó el aire que llegaba del monte cercano con olores mezclados, fresco, muy fresco, se acercó al pozo, mojó con el agua fría su cara, varias veces, casi con rabia, y se dejó resbalar hasta el suelo. La noche estaba fría, él descalzo, con su ropa de trabajo raída y sucia, mojado, permanecía allí absorto, con la mirada perdida y totalmente nublada, apenas si se sentía su respiración fuerte que comenzaba a normalizarse. Qué pasaba por su mente ahora, la oscuridad de su mirada hablaba por él escondiendo sus ojos azules.Todo era un torbellino en su cabeza, si pudiera arrasaba con todo, hasta con su vida. Pero…estaban los hijos, y por ellos haría lo que fuera, hasta encontrarse con la muerte. Las horas pasaban lentas. Y cuando las luces del amanecer se anunciaban,se reintegró con dificultad, entró a la pieza, tomó unas pocas ropas, besó a sus hijo, y sin dirigirle la mirada a ella, dejó el arma sobre la mesa, y salió sin mirar atrás. La decisión estaba tomada. Se perdió en el camino de tierra, sin volver la cabeza en ningún momento. No se volverían a ver. Nunca más. De ésta salió ileso, su alma estaba en paz, su dignidad, su honradez estaba en paz. Su vida continuaría en otro lugar, lejano, de otra manera, y con otros horizontes lograría realizarse. En esta jugada la cara oscura de la carta, la cara de la muerte, no tuvo chance.

Cuando por fin logró estabilizarse, escribió cartas a sus hijos, a los que atesoraba en su corazón. Esas cartas nunca les llegarían , por su madre las interceptó. Hablaba poco de ellos, y si se le preguntaban por ellos,por qué no las trajo con él, la respuesta era sencilla: los hijos tienen que estar con la madre, y además ella tenía con qué criarlos. Yo no tenía nada, me vine sin nada, a comenzar una nueva vida.

Las heridas estaban ahí, esas huellas que dejaron en su alma, no se borrarían nunca.Esos recuerdos le hacían muy mal. Por eso en el silencio de esas noches frías, en la semioscuridad de su habitación, su rostro envejecido, acompañado por un amargo, alguna lágrima que no podía dominar resbalaba por su rostro humedeciendo las huellas que el tiempo dejó.

Vida y muerte, ambas caras de una carta que se baraja en una sola partida. «Vivir para poderlo contar»

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS