Paula estaba sentada, como tantas veces a la misma hora, mirando al horizonte. El mar lucía sereno, imperturbable y dotado de una inmensidad que casi paralizaba. Hacía escasos minutos que el sol había hecho acto de presencia, dibujando el cielo con los tonos naranjas y rosados más bellos que había visto jamás. En realidad, recordaba cuando pudo admirarlos por primera vez, allí en aquella misma playa. Tenía ocho años y quedó maravillada ante tanta belleza. Su madre la sentó sobre sus piernas y acariciaba su pelo con ternura mientras le hablaba de la grandiosidad del cosmos y los astros. Desde entonces se convirtió en una apasionada de la astronomía, la astrología y una joven tremendamente curiosa, de mente inquieta ante las grandes incógnitas de la vida y el universo. Sin embargo, varios años más tarde… Su mundo dio un giro inesperado y todo en lo que había creído y le había hecho vibrar, se había desmoronado bajo sus pies. No podía alcanzar a comprender, porqué la vida le había arrebatado lo que más quería. La mujer que la gestó en su vientre, la trajo a este mundo, la quiso, la cuidó y le enseñó tanto… Desde entonces, Paula ya no fue la misma. Se sentía perdida en un lugar en el que ya no encajaba, todo carecía de sentido y su vida estaba siendo un reflejo del ser en el que se había convertido. Una sombra de lo que algún día fue… Estudió una carrera que no le convencía y eso derivó en una trayectoria laboral tan insípida que la hacía sentir terriblemente frustrada. En cuanto a sus relaciones personales, contaba con buenas amistades y una familia que la quería, pero tendía a la introversión y a la soledad. Sus relaciones de pareja eran mediocres. No, más que mediocres, eran un verdadero desastre… Pues ella se esmeraba en complacer al otro, en entregarse por entera y colmarle de amor, pero ese cariño no lo sentía de vuelta. No entendía como siempre le sucedía lo mismo, pero estaba tan profundamente decepcionada que no albergaba ya ninguna ilusión de volver a enamorarse. En definitiva, era como si nada de lo que hiciera pudiera llenar ese vacío tan grande que años atrás le hizo perder la alegría. Se sentía incompleta e insatisfecha.

Aquella mañana, sentada frente al mar… Mientras su vista se perdía en el horizonte, agarró con fuerza el colgante que descansaba en su pecho y lo sostuvo entre sus manos. Era lo último que le quedaba de ella… su último regalo. Un hermoso camafeo de plata antigua, con la silueta de una mariposa grabada en relieve. En realidad era una reliquia familiar, pues antes había pertenecido a su abuela, y años después, Lucía se lo entregó a Paula. Se sentía orgullosa de custodiar algo tan bello y simbólico para las mujeres de su familia.

Cuando Paula se disponía a levantarse para marchar, de repente y bajo su sorpresa, escuchó una dulce voz, muy cercana, que la acarició suavemente con la brisa fresca de la mañana.

«Estoy contigo Paula. Siempre lo he estado y siempre lo estaré, en cada paso que des. Ahora ve y vive tu vida, intensamente, ámate, como yo te amo, como muchos lo harán, si se lo permites. Si te lo permites… Ve y muestra tu luz al mundo».

La joven se despertó sobresaltada y una profunda emoción la sacudió por completo. Pero no entendía nada… ¿Por qué estaba en su cama? Habría jurado que no podía tratarse de un sueño… ¡Fue tan real! Demasiado. Desconcertada, se levantó e intentó buscar alguna respuesta lógica a lo que había sucedido. Pero no hallaba explicación. Tras tomarse un café, con la esperanza de recuperar un poco de lucidez y acabar de volver a la realidad, cogió un libro de su estantería y se marchó. Sabía donde necesitaba ir en aquél momento. Había de volver al lugar donde todo comenzó… donde tal vez podría hallar más respuestas. Una vez en la playa, se sentó sobre la arena y cogió su libro. Hacía meses que su amiga Sara se lo había regalado por su cumpleaños y aún no había encontrado el momento de leerlo. Lo abrió por la mitad, sin cuestionarse porqué y comenzó a leer. El texto decía:

«La energía del pasado ya no existe y la del futuro aún no ha llegado. Solo estás tú en el presente. Tu presencia es poderosa aquí y ahora. Todo lo que necesitas está dentro de ti. Permítete estar contigo en este momento y no te dejes sola nunca más. No te pierdas entre tanto ruido externo, en el ego, en el miedo y en la carencia. Permítete sentirte y ámate con todo tu corazón. Ámate y basta ya de mendigar amor. Valora tu poder interno, mujer… tu esencia y tu intuición. Acéptate con tus luces y con tus sombras y hónralas. Todo lo que hagas desde el amor, volverá a ti multiplicado.»

Entonces, Paula levantó la mirada hacia el mar. Respiró hondo y ahora sí se sintió a salvo. Le invadió una paz que no recordaba haber experimentado antes. Por fin comenzaba a entenderlo todo. No se trata de rebelarse contra la vida ante aquello que nos sucede, sino de aprender a fluir con ella, aceptándola desde el amor y la gratitud. Sostuvo con firmeza y cariño el camafeo de su madre entre sus manos… Y en ese instante, llegó una mariposa de alas azules, como aquél mar, a posarse sobre su rodilla. Fue sólo un segundo… y después se alejó. Paula sonrió y emocionada dio las gracias. GRACIAS de verdad. Porque era ahora cuando sabía que iba a comenzar a VIVIR…

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