“La vida oscila, pues, como un péndulo entre el sufrimiento y el tedio”.
Schopenhauer
La primera vez que oí la palabra filosofía me pareció un autentico castigo, era una asignatura que tenia verdadera mala reputación. Tenia fama de ser inútil, densa y extremadamente aburrida…que equivocada estaba.
Al principio me sumergí en ella como quien se sumerge en el agua fría del mar, con obligación y temerosa, puesto que no estaba en el mejor de mis momentos, pero nada mas vi su verdadera cara me lance de cabeza a lo desconocido. Realmente la suerte fue que tuve a una gran mentora, una guía experta por el laberinto del confuso y abrumador pensamiento propio y ajeno. Con mi apasionada profesora aprendí que la consciencia humana es como un pequeño rió que busca siempre un cauce por donde seguir, pues desde que nacemos ya en el vientre materno, tenemos pensamientos subjetivos. Esos pensamientos son la semilla del árbol que sera nuestra personalidad, aunque no siempre será pareja a nuestra conducta. La filosofía nos hace discernir entre lo que somos y lo que no somos, entre lo que los demás quieren que seamos y lo que nosotros queremos ser. Sin embargo este camino es tenebroso y cenagoso, el cual únicamente podemos recorrer solos. Cuando yo entendí lo útil que era para mi vida la filosofía, fue como cuando se hizo la luz natural en el «mito de la caverna», el «logos» irrumpió con fuerza para desterrar por siempre al «mitos». Eso si, este periplo no implica que sea placentero, pero si sera enriquecedor porque es estar aunado con tu verdadero YO. De hecho ser consciente de uno mismo y el entorno que nos rodea, mas bien crea desazón y satisfacción a partes alternantes. Sin embargo hoy, desde mi incipiente madurez, me alegro enormemente de haber elegido la pastilla roja…
Y hablando de esta comparativa os voy a contar lo que me aconteció durante este proceso de evolución y trasformación interior.
Recuerdo con claridad que todo esto sucedió en mi adolescencia, que como ya se sabe es un periodo vital y el mas crucial para el desarrollo psicológico de todo individuo. Una Vorágine de experimentación, locura trepidante, remordimientos y alegrías a partes iguales, es una demencial montaña rusa emocional. Recuerdo que yo tendría aproximadamente 16 años y me gustaba un chico sumamente errático que le gustaba el riesgo y no lo disimulaba en absoluto. A este chico la vida le había tratado de la peor de las maneras, por consiguiente la vida y sus vicisitudes no le importaba en absoluto. Su personalidad destructiva me atraía irremediablemente al igual que un agujero negro a la materia. Recuerdo el día que me entere que íbamos a coincidir en una fiesta y propicie todo para nuestro encuentro. Todo parecía pronosticado y ahí surgió el sentimiento que mueve el mundo, el amor.
La personalidad destructiva de él se complementaba absolutamente con la serenidad mía . Si se nos pudiera ver a nivel macroscópico seriamos como andrómeda y la vía láctea, creciendo y destruyéndose a la vez en una danza eterna. El amor que nos profesábamos era el típico de la adolescencia, fulgurante a la par que trepidante y creciente. Cuando estábamos juntos todo tenía sentido, parecía que todo lo existente estaba hecho para nuestro disfrute. La compenetración era tal que a veces nuestros corazones palpitaban al unísono y era la mejor de las sintonías. Recuerdo que tenia anulado el sentido del juicio, que en letargo le era todo ajeno. Estaba continuamente drogada por la mejor y mas adictiva de las drogas, el enamoramiento. Sin embargo súbitamente un día como todo fuego se extinguió, y la luz de esa estrella que había sido mi guía se volvió profunda oscuridad, desolación… Las lágrimas era mi única vestimenta, mi existencia se relego a la mas vacía y remota orilla del universo. Pase de tener la mayor de las luces y su calor a estar relegada a un rincón oscuro y gelido. A veces notaba como la cordura daba paso a una desbocada locura, la apatía se instauro en cada uno de mis gestos y segundos. Era un barco a la deriva prisionera de mis propios sentimientos. Permanecí ahí relamiendo mis sangrantes heridas y odiando mi propia existencia. Las cuchillas oscilaban como un péndulo entre el si y el no.
Y aquí es donde la filosofía fue mi salvavidas, mi respiración y mi esperanza. Donde aprendí que todo lo malo aunque duela a de escarbase hasta que brote su aspecto más benévolo. Donde la presión también nos puede servir para que se cree lo mejor de nosotros cual diamante. En las desoladas noches donde me sentía en una continua cárcel mental, empecé a poder hacer agujeros por los que se filtraba la luz con la única herramienta de mis manos en forma de pensamientos.
Nuestra mente es la única que nos puede dar la libertad o estar en una prisión. Es el dominio de nuestro entorno o al menos el como convertirlo a nuestro beneficio. Es el pilar de nuestra fortaleza o el de nuestra destrucción. Sin la capacidad de pensamiento propio, critico y analítico que nos ofrece la filosofía seriamos puras marinetas dirigidas por una corriente que nos arrastra sin decisión ni criterio. Y es por ello que yo elegí ser la dueña de mi felicidad y jamás volví a darle la llave de mi alegría a nada ni nadie mas que a la persona que más admiro y quiero, que soy YO y mi SOFÍA.
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